La simple victoria en Estambul debe calificarse como un botín extraordinario por cómo resistió el Baskonia las brutales acometidas del Efes tras el descanso y cómo se sobrepuso el colectivo a toda clase de adversidades. El maratoniano alavés no sólo salvó un match ball en el Abdi Ipekci sino que propinó un nuevo golpe de autoridad y confirmó que su ascensión hacia la cúspide continental ya es una realidad. Sin embargo, fue una alegría incompleta porque el maldito average se escurrió de las manos en el último momento tras una posible falta sobre San Emeterio escamoteada por un arbitraje sibilino. Ni siquiera pudo el cántabro armar el brazo ante la pegajosa marca de Perperoglou y sumar esa canasta doble que habría tenido un valor incalculable.

El titánico esfuerzo azulgrana mereció una mejor recompensa. Ojalá esa acción quede, a la postre, en una anécdota dentro de seis semanas. Y es que el Laboral Kutxa contrajo los méritos suficientes para que la fiesta a orillas del Bósforo fuera completa. Esta mañana retornará a Vitoria con una sensación agridulce. Cualquier empate con los otomanos le condenará, aunque tal es la efervescencia y la confianza de este pujante grupo que cualquier muro de hormigón puede derribarse a base de cabezazos. Ya es lícito soñar con los cuartos de final porque la tropa alavesa posee otras hechuras. Incluso no necesita la magia de sus indomables bases para reinar en santuarios tan emblemáticos como el turco. Adams y James malvivieron ante un pitbull como Draper, pero Ibon Navarro ha configurado un bloque granítico que sobrevive al puntual mal día de cualquier integrante.

Emergió la cuarta victoria del Top 16 en un epílogo de auténtico infarto donde Dusan Ivkovic renunció a la victoria en aras de mantener el average. Después de que Heurtel incurriera en un error de principiante al cometer campo atrás tras un defectuoso saque de banda, el veterano técnico balcánico ordenó a sus pupilos defender para mantener el 84-87 definitivo. Con once segundos por jugarse, su equipo esquivó la falta y adoptó una actitud conservadora que sólo el tiempo se encargará de determinar si fue un acierto o un error.

El Baskonia vivió una montaña rusa de emociones para satisfacer su costoso objetivo de seguir vivo en la Euroliga. Firmó una primera parte antológica en la que silenció al público turco, se vio atropellado por el baloncesto salvaje del Efes en el tercer cuarto y supo activar su espíritu de supervivencia en el tramo final. Cuando todo apuntaba a que se repetiría el funesto episodio vivido en El Pireo y se derrumbaría tras elevar el anfitrión los decibelios defensivos hasta límites insospechados con el consentimiento arbitral, la formación azulgrana contuvo la caída y recuperó a tiempo el rigor.

En esta Euroliga rebosante de glamour, nunca puede uno darse por ganador antes del bocinazo final. Mediante un exquisito baloncesto repleto de intensidad, acierto y equilibrio, el Laboral Kutxa alcanzó el cielo al final de la primera parte (29-47). Entonces se produjo la esperada reacción del Efes, al que Heurtel colocó en órbita con un magistral concierto anotador tras el descanso. La muñeca del galo entró en calor para dejar en evidencia a los bases visitantes y alimentar de buenos balones a los expertos Perperoglou y Krstic. Como consecuencia de ello, el marcador viró de forma espectacular hasta un inquietante 63-62 que hizo temer lo peor.

Poco tiempo había necesitado antes el Baskonia para destapar su colmillo afilado en el Abdi Ipekci y evidenciar que la prolongada inactividad de doce días no había minado su insaciable apetito. Los alaveses acometieron la defunción de su rival por la vía rápida con varios directos a la mandíbula que enviaron al Efes a la lona y le dejarían teóricamente sin capacidad de reacción. Quedaron sentadas las bases de la exhibición merced a la sobresaliente contundencia defensiva de Iverson, aderezada por la puntería milimétrica de Bertans, la determinación de un San Emeterio inmerso en una segunda juventud y un convincente despliegue coral. Los hombres de la segunda línea no sólo mantuvieron el tipo sino que dieron una vuelta de tuerca a la intensidad atrás. Con todo, debió remar hasta la extenuación el Laboral Kutxa para salvaguardar su integridad. Nadie soñaba con un papel tan encomiable cuando quedó configurado el lote. Restan seis jornadas de sufrimiento y también de esperanza.