vitoria. Desde el pasado 17 de octubre, fecha en la que arrancó la Euroliga, permanece fuera de combate con el consiguiente perjuicio para un equipo que carece de un clon para minimizar su ausencia. Devorado por esa especie de maldición que se ha instalado en el vestuario del Laboral Kutxa, su baja se ha prolongado en exceso en el tiempo tras una aparatosa caída que derivó en un serio percance muscular en su cuádriceps derecho. Lamont Hamilton, contratado por Josean Querejeta mucho antes de la llegada del mercado estival como uno de los refuerzos más ilusionantes del nuevo proyecto, ya se encuentra listo para añadir buenas gotas de músculo, kilos y poderío físico a la liviana pintura en manos de Sergio Scariolo.
Otra cosa distinta será la calidad de los minutos que brinde toda vez que ha perdido ese dulce estado de forma con el que arrancó la temporada. El poste neoyorquino vuelve en un momento oportuno y, casualidades del destino, ante el rival contra el que se le vio por última vez antes de iniciar un calvario de más de un mes de duración. En total, han sido nueve encuentros -cinco de ACB y cuatro de Euroliga- los que se ha perdido un interior que en sus dos únicas apariciones ante el Gran Canaria (23 puntos y 6 rebotes) y el Maccabi (15 tantos y 6 rebotes) había dejado unas notables sensaciones.
Su ingreso en la enfermería ha supuesto una de las razones que explican la titubeante trayectoria azulgrana hasta la fecha. Con él en perfectas condiciones e imprimiendo su sello característico en la zona, otro gallo cantaría en estos momentos para un Baskonia que ha adolecido de su particular mole para contrarrestar a los fornidos hombres altos de todos los rivales que se ha ido encontrando sucesivamente por el camino. Los livianos Pleiss ni Diop, básicamente por una cuestión de su delgadez, son incapaces de suministrar la fuerza y potencia de este angelito de 2,08 metros y casi 120 kilos.
Hamilton se erigió la pasada campaña en una de las sensaciones de la ACB a apenas 70 kilómetros de distancia. Ataviado como hombre de negro, firmó unos deslumbrantes primeros meses en el Bilbao Basket que dispararon su cotización. Antes de que se abriera una puja frenética por sus servicios, en la que el Laboral Kutxa hubiese tenido todas las de perder ante el poderío económico de los adinerados clubes rusos y turcos, Querejeta apalabró el fichaje por dos temporadas de un pívot corpulento cuyas únicas lagunas estribaban en su debilidad defensiva y las puntuales pérdidas de concentración.
Todavía falto de ritmo y tono físico, inmerso en una especie de pretemporada que le impidió participar el pasado domingo ante el Unicaja, Hamilton vuelve ahora con sed de gloria y ganas de comerse el mundo. "Ha sido duro estar tanto tiempo fuera del equipo. Sé que voy a tener que trabajar el doble que antes para ganarme los minutos, pero acepto el desafío", reconoció ayer el cinco baskonista en declaraciones a Radio Vitoria antes de poner rumbo a Tel Aviv.
Si hay una jornada en la que su concurso se antoja especialmente necesario, esa no es otra que la de hoy ante el Maccabi en un marco incomparable como el Nokia Arena. En el bando dirigido por David Blatt, emerge debajo de los tableros la inmensa e inacabable figura de Sofokles Schortsanitis para sembrar el terror. Pues bien, uno de los contados baloncestistas capaces de frenar sus acometidas, como ya evidenció en la ida en el Buesa Arena, es Hamilton, dotado de un poderoso tren superior para evitar que el pesado poste griego le haga recular hacia atrás. Lástima que esta crucial cita del calendario le llegue, quizás, demasiado pronto a un jugador predestinado a brindar muchas noches de gloria al baskonismo.