Una de las ideas que más repite Eduardo Coudet en sus ruedas de prensa es que “no por el hecho de ser titular” un futbolista va a ser el “más determinante” del partido. Así, el argentino trata de mantener el ánimo de quienes parten desde el banquillo, pero la realidad es muy diferente: visto lo visto, se antoja difícil que un suplente del Deportivo Alavés deje huella, pues los cambios suelen carecer de sentido o llegan a destiempo.

Muestra de ello es el encuentro del sábado contra el Rayo Vallecano, que ahondó en la herida albiazul llevándose los tres puntos de Mendizorroza. Cumplido el minuto 90, y con el 0-2 en el electrónico –imposible de remontar–, el Chacho quitó a Manu Sánchez para meter a Asier Villalibre. Fue la gota que colmó el vaso. La afición lo vio innecesario y tardío, hacer por hacer, y respondió con una sonora pitada y gritos de “ia, ia, Luis García”.

Los cambios previos fueron igual de cuestionables. No mucho antes, saltó al césped Tomás Conechny, falto de ritmo competitivo, y Toni Martínez y Carlos Martín lo hicieron tras el segundo gol visitante. Dejando a un lado que el técnico argentino siempre sea reactivo y no proactivo, suficientes muestras le ha dado el equipo ya de que no ataca mejor con dos delanteros –mucho menos con tres– y, aun así, sigue insistiendo en ello.

Si, al menos, el Chacho formara esa doble punta con Villalibre, que es de un perfil diferente al de los otros dos, la variación del dibujo tendría alguna defensa, pero no es así. En 4-4-2, casi siempre actúan Kike García y Toni arriba, y estos se estorban más que se complementan. El Alavés no gana en poderío aéreo tanto como se supondría y pierde en las transiciones. Si el balón no llega al área, de poco sirve tener dos arietes de referencia.

El otro cambio que hizo Coudet frente al Rayo fue Carlos Vicente, reemplazando a Pau Cabanes tras el descanso. Una decisión con sentido, pues al cedido del Villarreal no le estaba saliendo nada; pero que, para la grada, no tuvo que haber existido. Pese a que no pasa por su mejor momento, se entiende que el maño debe ser titular, más todavía si no hay un sustituto a la altura. Y la única manera de recuperarlo es dándole minutos.

El resultado de los movimientos del Chacho fue que el Alavés fuera a menos y que, por consiguiente, el Rayo tuviera una media hora final muy plácida. Y no lo fue todavía más porque los de Íñigo Pérez fallaron varias ocasiones claras. Mientras tanto, jugadores capaces de agitar la contienda como Carlos Protesoni o Ander Guevara, importantes en el pasado, vieron desde el banquillo cómo el equipo se iba resquebrajando cada vez más.

SITUACIÓN RECURRENTE

De todas formas, el gran problema en la gestión cuestionable que hace el Chacho de los revulsivos es su carácter recurrente. En Gran Canaria, su decisión de poblar la línea defensiva provocó que el Alavés se echara muy atrás, dejando vía libre a Las Palmas para avasallar la meta de Antonio Sivera. Hasta ese momento, los canarios habían dado palos de ciego. Fueron los babazorros quienes les metieron de nuevo en el encuentro.

31

Las imágenes del partido entre el Alavés y el Rayo Vallecano en 'Mendi'

Parecido ocurrió en Butarque, donde, con línea de cinco atrás, Munir fue capaz de cabecear en el área sin mucha oposición para marcar el 3-3. Y, en contextos diferentes, poco o nada aportaron los cambios ante el Girona, Celta, Getafe o el Espanyol. El Alavés no ha remontado ningún encuentro con Coudet, como mucho ha sacado empates cuando se ha visto por detrás. Ventajas, en cambio, sí que ha desperdiciado varias.

Lo llamativo es que la gestión de los revulsivos ha empeorado según ha ido el Chacho disponiendo de más alternativas. Al principio, con varias bajas sobre todo en ataque, al argentino le costaba mover el banquillo. Lo hacía casi siempre con el partido muy avanzado y dejándose varios cambios sin usar, pero tenía excusa. Ahora los agota e, igualmente, no logra dar con la tecla. Y eso provoca que, si el guion no es el previsto, el Glorioso se pierda.