Vitoria - La incontestable ley de la física enseña que siempre resulta más sencillo remar a favor de la corriente que en contra de ella. Sin embargo, el Deportivo Alavés parece empeñado este curso en asociarse con la dificultad para dotar a sus comparecencias de una pátina de épica que no siempre es recomendable para los corazones sensibles. Una querencia que volvió a ponerse de manifiesto en el encuentro de anoche ante el Valencia. Como parece haberse convertido ya en norma habitual, El Glorioso regaló ayer la primera parte de la contienda permitiendo que su adversario se adelantase en el marcador y obligándose a protagonizar otra reacción para poder rescatar algo positivo.
Una película que se ha visto muchas veces durante la actual temporada y que tiene como consecuencia que a la escuadra de Asier Garitano no le quede más remedio que asumir esfuerzos adicionales caminando sobre el borde del precipicio. Un riesgo que en sus últimas comparecencias ha conseguido mantener bajo control pero que haría bien en no prolongar demasiado más si no quiere terminar quemado por el peligroso fuego con el que está jugueteando.
Da la sensación en ocasiones de que al Deportivo Alavés le cuesta demasiado desperezarse y que cuando abandona la caseta para pisar por primera vez el césped se encuentra todavía lejos de su punto óptimo de puesta a punto. Lo que aprovechó ayer el Valencia para adueñarse del encuentro hasta el descanso sin que el conjunto local fuese capaz de cambiar de marcha para, cuando menos, inquietar a los pupilos de Celades. Ese dominio che trajo como consecuencia el gol de falta de Dani Parejo y, evidentemente, la cuesta que tenía que escalar El Glorioso para acceder a los tres puntos se empinase todavía mucho más.
Pero, afortunadamente, la otra cara de esta moneda habitual para los albiazules es que un escenario que provocaría una enorme intranquilidad en la mayoría de los equipos se afronta con un poco habitual temple. La experiencia de pasar con frecuencia por este trance ha demostrado a los discípulos de Asier Garitano que son perfectamente capaces de revertirlo y en eso es en lo que se centran sin pensar en las dificultades que pueda plantear la empresa.
Siguiendo con la costumbre habitual, ese cambio de chip tuvo lugar ayer en el paso por los vestuarios y la salida del equipo en la segunda parte no tuvo nada que ver con la primera. Desde el primer minuto el Alavés se empeñó en tomar el control del juego y, poco a poco, fue empujando a su oponente hasta tenerlo prácticamente acorralado en su área sin capacidad de respuesta. Es cierto que el fútbol de calidad no sale precisamente a raudales de las botas vitorianas pero no lo es menos que prácticamente siempre transmiten la sensación -y acostumbran a confirmarla- de que van a ser capaces de generar ocasiones que les permitan lograr su objetivo.
Réditos del mercado invernal Un guión que se repitió ayer ante el Valencia. El empuje albiazul fue creando peligro cada vez con mayor frecuencia hasta que, en el minuto 73, Edgar Méndez restableció las tablas en el marcador. El canario se reencontró con el gol en Mendizorroza -su última diana había sido la que supuso el pasaporte para la final de la Copa del Rey de 2017- y al igual que ha sucedido con las actuaciones en encuentros anteriores de Camarasa o Fejsa comenzó a poner sobre la mesa los réditos de la inversión vitoriana en el pasado mercado de invierno.
Lejos de darse por satisfecho con la igualada, el Alavés aún se exprimió más en su titánico esfuerzo de remontar la corriente. A punto estuvo de lograrlo en un remate a bocajarro de Joselu que se estrelló en un defensa visitante y las fuerzas ya no le dieron más. La factura inevitable de tener que obligarse a buscar siempre la reacción.