En primer lugar, enhorabuena por recibir el premio +Álava 2024 que concede DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA. ¿Cómo reaccionó el grupo al enterarse de la noticia?
– Gracias. Estamos muy nerviosas. Y eso que en febrero, la asociación Esku Hutsik, con la que colaboramos, de duelo gestacional, perinatal y neonatal, nos dio otro premio, en una ceremonia en Getxo. Estuvimos muy a gusto, pero ahora, es en Vitoria, en la ciudad de todas, y al final, por eso estamos muy emocionadas y contentas. Todavía no nos creemos que unas mindundis como nosotras, como nos llamamos, nos vayan a dar un premio. Intentaremos ir casi todas a recogerlo. Yo misma –responde Piedad– fui la encargada de comunicarles la noticia y simplemente por María Luisa, que tiene 89 años, y ver su cara al enterarse... Y si la ves tejer... Te hace unos trajes de bebé preciosos. Cuando tenemos que hacerlos para uno, se lo damos a ella, la primera, y también el mejor material. Estos premios te hacen seguir adelante. Yo misma he tenido temporadas de pensar que esto me estaba superando, pero luego las ves a ellas y...
Para el 25-N hicieron 600 mariposas entre 10. Resultó ser un éxito porque muchos más locales les pidieron más
¿Qué es, por cierto, lo mejor de formar parte de un proyecto así?
–Lo mejor de formar parte de un proyecto así es un poco todo. Ya no es solo tejer. Es la unión que tenemos entre nosotras. Es como si tuvieras otra familia. Y según cómo se sientan ya sabes si algo les pasa hoy. Se hace como una especie de terapia de grupo. Con el paso del tiempo hemos visto nacer a nuestros nietos, perder a maridos...
Su grupo es muy conocido por la solidaridad de sus proyectos. ¿Recuerda el momento en el que se dieron cuenta de que podían hacer algo más por la sociedad?
–Llega un momento en el que no tienes para quién tejer. Y pensamos que algo teníamos que hacer porque no queríamos llenar a nuestras familias de tejido, así que se nos ocurrió empezar a hacer cosas para otros. Nuestro primer proyecto solidario que hicimos fueron gorros y bufandas, para gente que vive en la calle. Siempre hemos sabido que nuestra labor tiene que llegar a la gente que necesita, pero desde el minuto uno. Y cuando entregas a los niños es lo mismo. Hace poco hemos hecho el envío a Esku Hutsik: les hacemos los gorritos, los arrullos, y unas estrellas o mariposas a ganchillo. Es hasta para llorar. En cuanto supimos de su existencia, empezamos a ayudar, pero, en la entrega del premio que nos dieron, cuando ves el vídeo, donde te explican toda su historia y ves a las madres... Al final es una satisfacción muy grande para nosotras porque ves que los productos que entregamos a esas madres y padres que han perdido a un hijo resulta que les reconforta en parte. Por el 25-N también hemos hecho mariposas. Entre diez hemos tejido unas 600. Las dejamos en 20 comercios y, al final, resulta que han sido pocas porque nos han pedido más. Tendríamos que haber empezado en septiembre para tener más.
A los txikis de Ucrania acogidos en Vitoria tuvieron la oportunidad de entregar ellas mismas lo que les tejieron
¿Llevan la cuenta de todos los proyectos solidarios que han hecho hasta la fecha?
–Es imposible, aunque hay algunos que se repiten todos los años, como los que hacemos para Tejiendo Carabanchel, con las chicas del Proyecto Corazón Solidario... En enero-febrero también tejemos mucho para bebé para mandar a Sierra Leona. Hacemos kits de bienvenida (gorrito, patucos y un muñeco) para animar a las mujeres a que vayan a los hospitales a tener a su bebé.
¿Se está perdiendo eso de saber tejer?
–Ahora hay un boom de gente, sobre todo joven, que quiere aprender a tejer y cada vez hay más chicos porque relaja mucho, si es un tejido fácil, en el sentido de hacer todo el rato lo mismo. Han ayudado las redes sociales. Y también se ve en las ferias de lana. Ahora cada vez hay más de ellas y va una marabunta de gente. Y hay puestos de todo tipo de lanas y se visibiliza también a criadoras de alpaca, como las de Cantabria, que les quitan ellas la lana, la tiñen... Su modo artesanal. En mi vida había tocado una lana de alpaca, que cuesta 25-30 euros el ovillo, u otro de seda. Ves que hay un mundo más allá de la lana comercial.
Las tejedoras convencieron a sus maridos y hermanos para ir con la escalera y tomar así las medidas a San Prudencio
¿De qué proyectos guardan mejores recuerdos?
–Guardamos especial buen recuerdo del proyecto que hicimos para los menores ucranianos acogidos en Vitoria, porque aunque hacemos muchos proyectos, pocos se quedan en Vitoria. La mayoría los mandamos fuera. Por mediación de una compañera nos enteramos de que estaban en la ciudad. Preguntamos si no les importaba que le regaláramos unos muñecos antes de Navidad. Les hicimos unos conejos y una bolsa de la merienda, con un pajarito dentro. Y quedamos un día para entregarlos en persona. Fue muy gratificante. Aunque no entendíamos el idioma, cada vez que bajaba una familia y ver sus caras, te da un subidón y una emoción... Y los padres, con todo lo que estaban pasando, todavía tenían un sonrisa para agradecerlo.
¿Y el que más quebraderos de cabeza os dio?
–La propuesta para vestir a San Prudencio fue uno de los mayores quebraderos de cabeza. ¿Cómo mides eso? Menos mal que metimos a los hermanos y maridos para ir con la escalera, porque había que medir, sí o sí (risas). Le hicimos la capa, la mitra (el gorro)... Fue mucho trabajo hacer ese traje, aunque luego fue muy bonito verlo. Y nos pusieron un andamio para vestirle sin problemas. Además, se consiguió que participáramos todas al hacer también cuadros en honor al santo.