Vitoria - El Deportivo Alavés es un equipo con clara tendencia a protagonizar partidos de marcadores muy cerrados en los que no abundan las alegrías en forma de goles y en ese modo de vida se ha erigido como un auténtico especialista a la hora de andar sobre el filo de la navaja sin llegar a cortarse casi nunca. Un equilibrista de solvencia mayor este Glorioso que es un auténtico dolor de muelas para sus rivales por su capacidad para engancharse a cada encuentro. Un duelo con el equipo de Abelardo requiere de constancia, paciencia, tesón y manejar a la perfección hasta el más nimio de los detalles. Y es que, el cuadro albiazul es un superviviente de éxito cuando el electrónico se mueve en la igualdad. De los dieciocho compromisos ligueros disputados hasta la fecha, en quince no ha habido más de un gol de diferencia entre el conjunto vitoriano y su rival, si es que ese desequilibrio ha llegado a producirse. Y en más de la mitad, ocho de los quince, la victoria ha acabado cayendo del lado alavesista por la mínima diferencia que es necesaria para llevarse los tres puntos. Cuatro más acabaron en tablas, mientras que en otros tres la sonrisa cambió de acera y el ejercicio de equilibrismo acabó en costalazo, cuestión del todo lógica cuando se vive durante tanto tiempo al límite.
Los registros hablan de un equipo tremendamente pegajoso y al que es difícil quitarse de encima. Muchos otros también son protagonistas de muchos partidos cerrados -varios con solo tres resueltos en márgenes mayores a un gol e, incluso, el Valladolid con solo dos-, pero el del Pitu es, y de largo además, el mejor a la hora de resolverlos a favor de sus intereses. El Alavés no es de esos conjuntos que cuentan con capacidad para pasar por encima de los rivales como si se tratase de una apisonadora -no le sobra gol-, pero se agarra como nadie a cada encuentro. Solo tres partidos se escapan a esa tendencia de marcadores ajustados. Y también tienen sus particularidades, ya que los abultados 3-0 que El Glorioso recibió en sus visitas a los campos de Barcelona y Atlético de Madrid esconden lo que fue la realidad. Con 1-0 en el Camp Nou, el segundo y el tercer gol llegaron en los minutos 84 y 90; con la ventaja inicial de los colchoneros en el Wanda Metropolitano, los tantos de la sentencia fueron en los minutos 82 y 87. Así, solo el triunfo en el campo del Rayo Vallecano, resuelto para el minuto 55, se escapa de esa tendencia de máxima igualdad que preside los partidos que protagoniza el equipo vitoriano y en la que tan bien se mueve.
El serial de victorias por un solo tanto de diferencia vivió ante el Valencia su octavo capítulo. Por ese mismo margen sucumbieron anteriormente ante los albiazules Espanyol, Valladolid, Real Madrid, Celta, Villarreal, Huesca y Real Sociedad; el empate fue el resultado final frente a Betis, Getafe, Sevilla y Athletic; mientras que ante Levante, Eibar y Leganés la exigua distancia de una diana de diferencia fue contraria a los intereses alavesistas. Del vistazo global a los datos se deduce que esa capacidad para controlar los pequeños detalles ha supuesto una catarata de puntos a favor que bien se podrían haber perdido por el camino de no haber acertado en esos aspectos que acaban siendo fundamentales en el fútbol.
Instinto de supervivencia El Glorioso es un equipo con las ideas muy claras y que sabe que tiene que sacar el máximo partido de sus limitados recursos para poder ganar. El aguzado instinto de supervivencia de quien está acostumbrado a pasar necesidad y que sabe que no puede desperdiciar ni una migaja de su comida. Un grupo capaz de encontrar una gota de agua en medio del desierto y atravesarlo por completo sin más líquido en la cantimplora.
El Alavés no es un equipo al que le sobre calidad en su vanguardia y, por ello, basa su fortaleza en una defensa muy difícil de superar. Con dieciocho goles encajados en otros tantos partidos, solo Atlético, Getafe y Valencia presentan una media inferior a ese tanto recibido por encuentro. La base de partida es tratar de hacer prácticamente inexpugnable la portería de Fernando Pacheco y de ahí la tendencia albiazul a moverse en resultados muy cortos.
Esa tendencia a convertir sus partidos en duelos de mínimas distancias es lo que permite al conjunto vitoriano ser tremendamente competitivo, ya que saca un rendimiento enorme de cada uno de sus goles. La relación entre puntos en el casillero y dianas materializadas es brutal en el caso de los de Abelardo, que ostentan el mejor registro estadístico de toda la Primera División en este sentido. Sus 21 tantos han servido para cosechar 31 puntos, lo que supone 1,48 puntos por cada gol marcado. Nadie iguala semejante cifra. Y eso habiendo derrochado hasta cinco tantos en Vallecas.
No le sobra pegada al equipo vitoriano porque no cuenta con una gran figura en su ataque ni jugadores capaces de generar grandes diferencias por sí mismos. Por ello, se agarra a un gran trabajo colectivo con mucho reparto de responsabilidades -nueve jugadores han marcado, aunque entre cinco acumulan algo más del 75 % de los tantos- y a un acierto tremendo en las acciones a balón parado -nueve goles consecuencia de la estrategia, algo más del 40 %- que sirve para compensar otras carencias.