vitoria - Una de las grandezas del mundo del fútbol radica muchas veces en las historias que suelen protagonizar sus aficionados, con independencia del equipo al que pertenezcan, la categoría en la que militen o la edad que tengan. Como era de esperar, el Deportivo Alavés no es ajeno a este fenómeno. También su populosa grada, una de las más reconocidas por todo el fútbol español en los últimos años, esconde historias y sucesos que engrandan el deporte de la pelota y ayudan a explicar lo que, muchas veces, parece inexplicable. Por ejemplo, que un equipo reciba seis goles en su propio feudo y que sus aficionados, en lugar de abroncarles y despedirles con una sonora pitada, haga justamente lo contrario: un adiós festivo acompañado de una atronadora ovación mientras se ondean al viento las bufandas y se canta a capela el himno del club. Así se vive el fútbol en Mendizorroza. Y así lo vivió el pasado fin de semana uno de sus jóvenes aficionados, cuya historia imbrinca con ese encomiable sentimiento por unos colores, aunque se tengan solo ocho años. Que son los que tiene precisamente el protagonista de esta historia, Oier Hornas, un babazorro que, a través de su padre, pidió ayer ayuda para recuperar la bufanda que extravió el pasado sábado en los aledaños de Mendizorroza.
una bufanda de 20 años... “El crío tiene un disgusto enorme desde entonces porque la bufanda, que tiene una antigüedad de veinte años, se le regaló en su día su abuelo Luis y perderla no le deja ni dormir”, rememoraba ayer con cierto pesar a este diario Alberto, el padre de la entusiasta criatura. Según reconoce el progenitor, ambos se desplazaron el pasado sábado al filo de las 14.15 a la puerta de acceso de los vestuarios del estadio -la zona coincide con la grada de Cervantes- para presenciar la llegada de los autobuses de ambos equipos. “Y para ver a Messi y Suárez, claro”, añade Alberto. En ese momento, Oier portaba la bufanda perdida y una enorme bandera albiazul (ver foto adjunta) con la que no dejó de animar desde uno de los bancos de piedra que hay en el paseo. Alavés y Barça cumplieron con el ritual y padre e hijo regresaron al coche para ir a almorzar a casa antes del partido. Y fue precisamente ahí, en ese impasse, cree el padre, donde se extravió la sentida bufanda del abuelo, que está grabada con el nombre del chaval y la H de su primer apellido, además de estar firmada por un jugador del equipo. “A quién pueda saber de ella y nos la podría hacer llegar le estaríamos muy agradecidos. La bufanda no tiene un gran valor económico pero sí sentimental para el crío, que como digo, lleva encima un disgusto enorme”, solicitaba ayer esperanzado su padre, que a buen seguro abandonó el sábado Mendizorroza más dolido por el pesar de su hijo que por el saco de goles que se llevó el Glorioso.