vitoria - Aunque el fútbol normalmente no tiene memoria resulta curioso su apego al pasado cuando se trata de rescatar del baúl de los recuerdos los tiempos de gloria vividos a lo largo de una carrera. No hay club ni equipo en el mundo que no lo haya hecho. Por eso el Alavés y su nonagenaria historia no son en este asunto ninguna excepción. Y por eso también su entorno, muy de vez en cuando, saca pecho de su pasado para reverdecer viejos laureles y, de paso, advertir sobre lo que podría cernirse en el corto-medio plazo, que normalmente tiene que ver con volver a repetir lo que un día hizo grandes al equipo y a la ciudad. Ahora que al Glorioso le van las cosas razonablemente bien tanto en las esferas deportiva como institucional, con un club saneado y estructuralmente estable, resulta inevitable, sobre todo entre su afición, que resurjan potentes las voces de quienes quieren dar rienda suelta a su imaginación para volver a ver al equipo en Primera División, igual que en la antesala de la época dorada del club, la de la temporada 97/98, histórica en su conjunto con un fin de fiesta que puso fin a 42 años de sequía entre los mejores del fútbol profesional. Aquella tarde del 3 de mayo de 1998, ante el Rayo Vallecano (3-0), el Alavés culminó una campaña memorable -trayectoria en Copa incluida con la eliminación de varios Primeras como el Deportivo de la Coruña o el Real Madrid,- que ahora comienza a querer repetirse casi veinte años después.

Es cierto que aún es pronto para aventurar resultados y que solo se llevan disputadas 16 jornadas de liga, pero al margen de las conjeturas propias de quien se encuentra a estas alturas en puestos de ascenso a Primera, las sensaciones y los paralelismos entre el actual Alavés y el que entonces comandaba Mané son evidentes.

Grosso modo, ambos proyectos coinciden en varios estadios. En el terreno de juego, por ejemplo, llaman la atención su casi idéntica posición en la tabla (entonces en ascenso con 30 puntos y ahora también, con 29 puntos), los resultados obtenidos hasta la fecha (Mané había sumado nueve triunfos, tres empates y cuatro derrotas en 16 jornadas, mientras que los registros de Bordalás son: nueve victorias, dos empates y cinco derrotas) o el número de goles a favor y en contra (19 y 10 en la campaña del ascenso, y 21 y 14 en la actual), al margen de la excesiva rigidez de ambas plantillas, demasiado corta entonces y ahora para un trayecto tan largo. Mané puso remedio a este déficit con la llegada de Albistegui, un desconocido Javi Moreno y Tamudo en el mercado de invierno, mientras que Bordalás, de momento, debe contentarse con la llegada del racinguista Iñaki, que se presume no será la única incorporación.

de la general a polideportivo Las comparaciones no terminan ahí. Porque también fuera del terreno de juego la coincidencia de elementos que se podrían antojar fundamentales en el éxito de cualquier empresa es sorprendente. Destaca por encima de todos ellos la estabilidad económica e institucional del club -Gonzalo Antón presidía en aquella época la entidad del Paseo de Cervantes y Josean Querejeta, de facto, lo hace ahora-, y, sobre todo, una masa social volcada con su equipo, incansable al desaliento, que entonces hizo de la grada General el motor que reactivaba cada tarde al alavesismo en Mendizorroza en cada partido y que ahora hace lo propio desde el fondo de Polideportivo por medio del grupo de animación Iraultza 1921

En mayo de 1998, a falta de tres jornadas para el final del campeonato, el Alavés ascendió de categoría al imponerse en Mendizorroza por 3 a 0 al Rayo Vallecano. Los héroes de aquella tarde fueron Manolo Serrano (min. 41 y 67) y el canterano Sívori (min. 79). Los ingredientes que conformaron un grupo humano excepcional dieron su fruto tras la combinación necesaria. Casi dos décadas después, el Deportivo Alavés camina por los mismos derroteros. En apariencia, parece existir la misma química que entonces entre la afición y el equipo, de la misma forma que el rigor defensivo se antoja una seña de identidad inquebrantable en Bordalás o que la convivencia entre jóvenes y veteranos es un hecho que está imprimiendo a la plantilla un carácter más competitivo que le permite sacar adelante partidos absolutamente grises aún jugando mal. Aunque resta todavía media temporada por delante y la prudencia del técnico alicantino es una constante con mucho de postureo, las bases del proyecto invitan a soñar. Mané marcó el camino y los Leal, Téllez, Karmona, Pedro Alberto, Pablo, Moreno, Serrano o Sívori siguieron su dictado para la gloria de todos. Solo hace falta ahora creerse la conjura y remar en la única dirección que hoy por hoy demanda el alavesismo.