Vitoria - El 2014 que toca a su fin ha sido un año que para el Deportivo Alavés se puede resumir en una sola palabra: sufrimiento. No puede haber término que mejor describa lo que ha ocurrido a lo largo de los últimos doce meses. Y es que pocos clubes habrá que lo hayan pasado tan mal como El Glorioso a lo largo de los últimos 365 días. Eso sí, por lo menos ese padecimiento casi constante acabó en lágrimas de felicidad y no de tristeza. El 7 de junio de 2014 quedará grabado a fuego en la mente de todo el alavesismo. Y es que ese sábado el club albiazul consiguió cumplir su objetivo de la permanencia en uno de los partidos más estrambóticos que se pueden recordar y después de haber firmado una remontada histórica. Esos seis primeros meses del año, correspondientes a la campaña 2013-14, fueron una carrera contra el tiempo en busca de la permanencia. Un primer mes brillante, una caída en picado y un final agónico. Más calmados, aunque no exentos de ese sufrimiento que ha caracterizado todo el 2014, han sido los últimos cuatro meses del año, con el equipo bastante mejor asentado en la Liga Adelante, aunque falto aún de un pequeño empujón que le aporte tranquilidad absoluta.

El Alavés comenzó el 2014 con Juan Carlos Mandiá sentado en su banquillo, siendo un martillo pilón a domicilio y sufriendo en exceso en Mendizorroza. Tres victorias consecutivas en los desplazamientos hicieron que los tropiezos en Vitoria no se notasen en exceso. A la espera de esa mejoría como local, tras el gran triunfo en Sabadell el equipo, incluso, se permitió con soñar con cotas más elevadas dentro de una Segunda División tremendamente igualada. Nada más lejos de la realidad, ya que en los partidos en el estadio del Paseo de Cervantes no se mejoró un rendimiento que sí que cayó en picado en los viajes. Con el equipo penúltimo en la clasificación, el preparador lucense fue destituido tras la derrota en la trigésima primera jornada ante el Barça B. Quedaban once partidos por jugarse y la salvación se encontraba a cinco puntos de diferencia, pero alcanzar los 50 puntos -el equipo tenía 33- se antojaba como ciertamente complicado.

Tras Mandiá, que había tomado el relevo de Natxo González, el encargado para dirigir al equipo hacia el milagro fue el ayudante de los dos anteriores. Alberto López, llegado al club al final de la campaña 2012-13 para conseguir una salvación agónica con el equipo de División de Honor Juvenil, afrontaba su primer reto profesional sin haber tenido anteriormente experiencia profesional alguna. Bajo el manto de un Javier Zubillaga que no dudó a la hora de calzarse las botas y saltar al césped de Ibaia en los entrenamientos, el irundarra trató de inocular al equipo la lógica y la fe que había perdido. La misión era casi imposible, pero entre todos se obró el milagro.

Y eso que los tres primeros partidos con el guipuzcoano en el banquillo no fueron para tirar cohetes. Dos empates y una derrota. Dos puntos de nueve posibles. Con 35 puntos en 34 jornadas, El Glorioso volvía a ser colista y ya todo parecía perdido con solo ocho compromisos ligueros por disputarse.

Ahí firmó el cuadro albiazul una gesta memorable. Cinco victorias, un empate y solo dos derrotas. Dieciséis puntos en el zurrón, justo la mitad de los que se pusieron en juego. Y ni así lo tuvo sencillo el conjunto vitoriano, que tuvo que esperar a una última jornada de auténtico órdago para salvarse. La profecía que Manu García repitió semana tras semana durante toda la temporada acabó cumpliéndose. Y el Alavés se salvó en el último minuto del último partido del curso.

un final de locos Esa cuadragésima segunda jornada de la Liga Adelante fue una de las más extrañas que se recuerdan. Solo el Hércules había descendido matemáticamente y hasta ocho clubes pugnaban por evitar una de las otras tres plazas que conducían a la Segunda B. El equipo de Alberto se jugaba en un cara a cara uno de esos pasajes hacia el infierno contra el Jaén en tierras andaluzas. El que saliese perdedor bajaba. En caso de empate, los dos descendían. Y aún en caso de victoria, los dos contendientes quedaban pendientes de otros resultados.

Ese partido en La Nueva Victoria está aún perfectamente nítido en la mente de todo alavesista que fuese capaz de aguantar la tensión y verlo completo. Fueron muchos los que no soportaron semejante castigo. Por primera vez en ese brillante tramo final, a los albiazules les temblaron las piernas. Después de haber jugado toda una serie de partidos sin red alguna y haberlos solventado casi siempre de manera exitosa, a los pupilos de Alberto les pudo la presión. Y el partido que firmaron casi hasta los minutos finales fue de lo peor de la temporada. Pero tampoco el Jaén estuvo mucho mejor y solo fue capaz de llegar al final con ventaja 1-0 en el marcador, una renta que trató de defender como pudo y tan mal que lo acabó pagando.

En apenas un par de minutos Juanma (84) y Quiroga (86) ponían al conjunto vitoriano con ventaja en el marcador. Todo parecía hecho, pero el Alavés estuvo en Segunda durante poco menos de 120 segundos. En el minuto 88 el Jaén empataba de nuevo de manera inexplicable y el castillo de naipes se venía abajo de nuevo. Parecía que ya no había solución posible, pero El Glorioso siguió creyendo en su victoria hasta el último segundo del último partido. Una falta en el centro del campo tocada en corto por Rubio, internada con disparo de Juanma que sale rebotado, ligero toque de Vélez a un Viguera que eleva el balón, toque de cabeza de Viguera, estirada de Jarosik sufriendo penalti para tocar el balón bombeado hacia la portería y aparición final de cabeza de Guzmán por encima de un defensa para rematar casi con la oreja. Era el minuto 93 y las derrotas de Castilla y Mirandés -hasta en esto hubo agonía, ya que casi todos los rivales directos sacaron sus partidos- dejaban al equipo en Segunda en uno de los finales más agónicos que se recuerdan. Nueve minutos de locura que resumieron el sufrimiento de toda una temporada completa.

viguera, genio y figura El nombre de Guzmán pasará a la historia por ser el autor del gol de la salvación, pero si una figura destacó por encima del resto en 2014 fue la de un Borja Viguera que completó una campaña sensacional y fue el guía hacia la permanencia. El riojano ya fue uno de los grandes protagonistas del ascenso a Segunda División y en su regreso a la categoría de plata consiguió erigirse con el Trofeo Pichichi, el Trofeo Zarra y fue nominado por la LFP como el mejor delantero de la Liga Adelante. Un total de 25 dianas, de las cuales 13 llegaron a lo largo del año que ahora se cierra. Un rendimiento sensacional en lo deportivo y también en lo económico, ya que una vez finalizada la campaña se cerró el traspaso de Viguera al Athletic a cambio de un millón de euros.

Otro de los nombres relevantes del año alavesista es el de Einar Galilea. El joven vitoriano debutó con el primer equipo el año del ascenso de la mano de Natxo González, pero fue Mandiá quien le dio la alternativa en Segunda División el 4 de enero en Soria para después jugar también en Las Palmas. Llegado el verano la dirección deportiva apostó por integrarle definitivamente, junto a Sergio Llamas, en el primer equipo. Una apuesta por la cantera para nada común en el seno de un club poco dado a apostar por sus jóvenes valores pero que, con estos pasos, parece evidenciar que de cara a futuro va a seguir dando alternativas a unos canteranos que, por otra parte, están despuntando y mostrando manera tanto en el filial en Tercera División -jugó play off de ascenso- como en el conjunto de División de Honor en categoría juvenil.

un nuevo proyecto Logrado el objetivo de la permanencia y ratificado Zubillaga al frente de la dirección deportiva, comenzó la ejecución de un nuevo proyecto con el objetivo de conseguir la permanencia con un margen de tranquilidad bastante mayor que en el curso precedente. Tras buscar alternativas en el mercado, se optó por la continuidad de Alberto y por la renovación de la mitad de la plantilla. Al consabido traspaso de Viguera se unió la baja de un Guzmán que no aceptó la oferta de renovación. El resto de jugadores que se marcharon no entraban en los planes de futuro de la entidad y se puso punto final casi definitivo de esta manera a la plantilla que un año antes había conseguido el ascenso, de la que solo siguen en el club Manu García y Jagoba Beobide. Un cuerpo técnico y un plantel no excesivamente costosos a la espera del intento futuro de saltar a Primera y la intención de construir un bloque sólido en defensa y que trate de sacar puntos a través de esa seguridad atrás.

Los últimos meses del año han venido marcados por esa tendencia que Alberto ha seguido a rajatabla, aunque el abono al sufrimiento se ha mantenido vigente. Y es que si a nivel defensivo la mejoría con la campaña precedente ha sido colosal, la bajada del rendimiento ofensivo también ha sido mayúscula. Y esos problemas para conseguir goles han sido los que han impedido que el conjunto vitoriano se encuentre en estos momentos en una zona bastante más cómoda. No parece que vaya a pasar el Alavés grandes apuros para salvarse, aunque tampoco puede confiarse. Y es que la próxima campaña el objetivo será ya pelear por el ascenso.