Vitoria. Suelen argumentar aquellos que cuentan con la cartera bien cubierta que el dinero no da la felicidad. A lo que rápidamente responden los que, para su desgracia, están acostumbrados a pasar estrecheces que, como mínimo, ayuda mucho. Pues bien, el Deportivo Alavés ha podido comprobar en primera persona a lo largo del recién concluido ejercicio que, por sorprendente que pueda parecer, la primera parte de esta teoría es completamente cierta. Y es que pese a que su situación económica ha variado drásticamente, como del día a la noche, con respecto a años anteriores, el resultado final ha sido el mismo o incluso peor. Un rotundo y estrepitoso fracaso. No es menos cierto que la segunda mitad del axioma también se ha manifestado como perfectamente válida y que, por lo tanto, su evidente mejoría financiera le ha hecho poder soportar mejor la debacle deportiva y sus consecuencias.

Pero, en cualquier caso, lo sustancial del caso es que la entidad del Paseo de Cervantes se ha mostrado incapaz de aprovechar el enorme impulso que recibió meses atrás y transformarlo en éxitos sobre el terreno de juego que le permitan iniciar el camino de recuperación de lo que fue hace no demasiado.

Porque, en ejercicios anteriores, siempre se había utilizado como argumento fundamental para explicar y justificar los fracasos las penurias económicas que afectaban al Glorioso y que le lastraban de manera inevitable. De esta manera, la temporada 2010-11, con Alfredo Ruiz de Gauna en el sillón presidencial -en la que al menos se consiguió entrar en los play off de ascenso y el equipo estuvo a punto de alcanzar la última ronda-, estuvo mediatizada por los gravísimos problemas de impagos que protagonizó la entidad y que estuvieron al límite de provocar su desaparición. Con el grifo de las ayudas públicas completamente cerrado desde tiempo atrás, los profesionales y trabajadores debieron abstraerse de las dificultades con que se encontraban para subsistir en el día a día para tratar de alcanzar los objetivos marcados.

Una situación desde luego nada sencilla que sirvió para explicar la imposibilidad de alcanzar la meta planteada. Algo muy similar a lo que había sucedido un año antes, cuando era Fernando Ortiz de Zárate -actual integrante junto a su padre del consejo de administración que preside Avelino Fernández de Quincoces- quien regía los destinos del club. Entonces, sin alcanzar los extremos de tiempos posteriores, las cuentas albiazules ya apuntaban síntomas claros de padecer una enfermedad terminal y el equipo tampoco fue capaz de sobreponerse a ello. El resultado fue una campaña decepcionante cerrada con la derrota de la última jornada en Mendizorroza ante el Pontevedra que significó el adiós al sueño de la fase de ascenso y la quinta posición final. Pese a todo, un balance mejor al que se ha conseguido en la temporada que concluyó el pasado fin de semana.

Estos dos son los ejemplos más cercanos pero ya antes, con el Deportivo Alavés instalado todavía en la Segunda División, ya se apuntaba a las dificultades financieras como un factor fundamental para entender la situación deportiva de la escuadra del Paseo de Cervantes.

Por eso, cuando el pasado mes de junio se consumó -tras muchísimos meses de negociaciones y ultimátums- el esperado y deseado por prácticamente todos desembarco en Mendizorroza del grupo inversor liderado por Josean Querejeta, los aficionados albiazules creyeron ver por fin las puertas del cielo abiertas. Junto con el presidente de Saski Baskonia llegaba un abundante caudal de ayuda pública y, por fin, los problemas económicos se dejaban a un lado para poder centrar todos los esfuerzos en la parcela deportiva.

El acuerdo global que tenía por objetivo salvar al Deportivo Alavés incluía subvenciones por parte de la Diputación Foral de Álava, el Ayuntamiento de Vitoria y el Gobierno Vasco garantizadas durante cinco años y con unas cuantías más que suficientes para hacer frente a las obligaciones de pago. Además, se reducía a la mitad la deuda concursal a través del pacto por Izarra y se conseguía un crédito de dos millones de euros para poder gestionar con tranquilidad el día a día. En definitiva, el escenario ideal para poder conseguir el éxito deportivo sin excusas económicas. Una temporada después, el resultado es un nuevo fracaso. El segundo asalto espera ya.