Una densa niebla sume en la oscuridad y el frío el puerto de Azazeta y el concejo que le da nombre. ”Día bueno para la fragua o para la taberna”, comenta un vecino, sonriente, recurriendo al refranero popular. No es para menos, porque el reloj pasa ya de las 10.00 de la mañana y no parece que hoy vaya a levantar en unas cuantas horas. 

Pero la vida no se detiene y el ganadero Raúl Rituerto, vecino de toda la vida de este pequeño núcleo de Mendialdea, toma el volante de su todoterreno y se acerca a una campa cercana donde espera una veintena de imponentes ejemplares de caballo de monte pertenecientes a su cabaña, compuesta en total por unas 80 cabezas repartidas en cuatro manadas distintas.

Cada una de ellas está conformada por alrededor de 20 yeguas nodrizas y un semental. Animales “armónicos”, territoriales, tirando a medianos o pequeños y con una buena capacidad de adaptación a “climas duros” como el de Azazeta, según describe Rituerto, que también es presidente de la Asociación alavesa de Criadores de Ganado Equino (Asgaequino). 

“Hemos tenido unos años que han sido bastante buenos y también ha salido gente nueva. Pero tampoco hemos crecido muchísimo”

Superados ya unos años de retroceso para la especie, el caballo de monte vive ahora una etapa de crecimiento moderado en el territorio, que concentra casi la mitad de todos los ejemplares que hay en la CAV: alrededor de 3.490 a fecha de hoy, según los datos aportados a DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA por Asgaequino, que cuenta con un total de 114 socios. El colectivo sumaba 107 integrantes con 3.296 animales a su cargo a 31 de diciembre de 2024. “Hemos tenido unos años que han sido bastante buenos y también ha salido gente nueva. Pero tampoco hemos crecido muchísimo, sino solo un poco al alza”, subraya Rituerto. 

Reportaje a Raúl Rituerto, presidente de la Asociación alavesa de criadores de equino. Pilar Barco

El equino de monte, por lo demás, se extiende a lo largo de todas las comarcas alavesas, aunque es en Ayala y Gorbeialdea donde tiene más presencia y los ganaderos se dedican a su cría, por lo general, de forma más exclusiva. “Aquí en Montaña se combina un poco más con la agricultura”, apunta Rituerto, como es su caso. 

“Mi abuelo era el pastor del pueblo, aita se quedó luego como agricultor y luego ya empezamos a poner animales. Venimos de una explotación más tradicional de aquí, de patatas y cereal combinada con animales, pero hace ya unos años la transformamos a ecológico y, a partir de 2022, casi todo lo que cultivamos lo dedicamos a alimentación animal. La mayor parte es forraje, para compensar esas temporadas más duras del invierno, cuando nos llega la nieve”, explica. 

Carne en un alto porcentaje

Hace ya mucho tiempo, los agricultores y ganaderos del territorio tenían al caballo de monte fundamentalmente como animal de trabajo, hasta que la maquinaria se generalizó y los equinos comenzaron a utilizarse para otros usos: siguieron –y han seguido– ayudando en pequeñas explotaciones o zonas rurales poco accesibles, se han destinado también en escasa medida a tirar carros en zonas como Levante o Andalucía y, de forma cada vez más importante, a la carnicería, la actividad que a día de hoy aglutina la mayor parte de este mercado.

“Me atrevería a decir que el 98% ya va para carne. Algo va para reponer otras explotaciones, pero la mayor parte es para el consumo”, subraya Rituerto. La producción sale de los pequeños potros que esas nodrizas crían en periodos de gestación que se extienden durante once meses. 

Y si hay un cliente que predomine en este ámbito es, sin duda, el italiano, que se lleva “bastante más de la mitad” de toda la producción de la carne de caballo local. “Hay un par de exportadores a nivel nacional y casi todo sale por esas vías. En la península se consume un poquito. Aquí, poco, y luego en la parte del Mediterráneo, Castellón, Barcelona... pero si bajas para el sur y la zona centro, no hay nada”, remarca el ganadero.

Uno de los objetivos que se marcan los productores del territorio es “impulsar” algo más el consumo local, porque según Rituerto “es la manera de controlar un poco los mercados y de que sean más estables”. 

Uno de los objetivos que se marcan los productores del territorio alavés pasa por “impulsar” algo más el consumo local

Aunque este año las ventas “se han parado un poco” en un contexto de volatilidad de los mercados, los ejercicios recientes han sido “positivos” para el sector en lo que a precios se refiere, lo que ha permitido manter “bien” la especie a nivel local. “Evidentemente, la rentabilidad del ganadero tiene que ser por la carne, porque no hay mucho más”, remarca Rituerto. 

Mención aparte merece, eso sí, la impagable labor que el caballo de monte lleva a cabo para el mantenimiento y la limpieza del medio rural. “Si las praderas que tanto nos gusta subir en las grandes sierras y parques naturales no están pastadas, no las veríamos verdes”, sentencia el ganadero en este punto. 

“Muy poco” relevo generacional

Las cifras constatan que la cría del caballo de monte mantiene el pulso en Álava, pero el futuro para el sector es, cuando menos, incierto por el escaso relevo generacional. “Hay muy poquito”, atestigua Rituerto, aludiendo a los variados problemas que la ganadería debe enfrentar en su día a día.

Por citar unos pocos, la presencia del lobo, la excesiva –y creciente– burocracia que exige la actividad y, también, una visión de la sociedad hacia ella no siempre positiva.

“No estamos bien vistos y por eso cada vez quedan menos ganaderos, menos praderas y menos montes como antiguamente se veía. La realidad es que las explotaciones son cada vez más grandes. Yo he vivido aquí toda la vida, pero ahora la tendencia no es que los aitas les digan a los chavales que se queden con esto. Cuando una persona no lo ha pasado bien, no incentiva a sus hijos para que continúen. A ver qué pasa en unos años, pero últimamente se están fomentando también otras cosas como la carne sintética o de fuera”, analiza. 

Rituerto recuerda que para que los entornos rurales y sus concejos sigan manteniéndose “tiene que haber un trabajo y un afianzamiento de la gente” en ellos, porque en caso contrario “todo el mundo acabará en las grandes ciudades”.

“Al final, el relevo generacional es que la gente se anime, que tenga un aliciente, y que ese aliciente no solo sea económico. Pero te señalan porque eres ganadero: trabajas todos los días y ganas poco, y eso no es atractivo”, resume con cierta amargura. 

Por Rituerto, que se ha dedicado “toda la vida” a esta actividad, desde luego no será. “Esto es lo mío y lo que más me gusta”, reconoce sonriente antes de volver a tomar el vehículo y bajar a Maeztu a por un reparador café.

Pese al lobo, que está atacando “muchísimo” a la ganadería extensiva, y también a esa burocracia “rígida” que, además, cada vez va más en aumento. “Cada vez piden más requisitos que tienes que justificar. Y al final llega un momento que empieza a ser inviable. La gente, entonces, se cansa”, alerta.