Josu Izarra recuerda bien el intenso trajín que, hasta los primeros años de este siglo, se vivía casi a diario en la tienda gestionada por Foto Ikatz en Dendaraba. “Estaba petada siempre”, describe el profesional gasteiztarra desde su estudio de la calle Pedro Orbea. 

La fotografía entendida como negocio apuraba sus últimos tiempos de verdaderas vacas gordas en la ciudad y eran todavía numerosos los espacios donde se podía revelar un negativo o hacer un trabajo profesional “en muy poco tiempo”. El propio Ikatz, Enrique Martín, L&P, Fotokrom... la lista era larga y contaba con nombres en todos los barrios de Vitoria. 

El "declive"

Hasta que irrumpió la fotografía digital, que fue el comienzo de un imparable “declive” alimentado después por las sucesivas crisis, la última la pandemia del covid, y por el escaso valor que, históricamente, ha tendido a dársele a este trabajo, al menos a nivel local.

Ninguno de estos cuatro negocios, que en casos como Fotokrom llegaron a tener hasta tres sucursales en Gasteiz –la última cerró el pasado septiembre–, existen ya. Apenas sí Ikatz, financieramente asfixiado tras comprar el gigante Fotoprix en el año 2017. El pasado abril, de hecho, entró en concurso voluntario de acreedores. 

Josu Izarra, en su estudio/tienda de la calle Pedro Orbea. Alex Larretxi

“Estudios a pie de calle que tengan un horario comercial nos habremos quedado un 25%, o menos, de lo que había entonces”, calcula Izarra.

Quienes, como este miembro de una conocida saga de fotógrafos, todavía mantienen un negocio “de toda la vida” en la ciudad, están embarcados día tras día en una lucha “constante” por subsistir, diversificando y rentabilizando su actividad lo máximo posible. “Transformando el negocio a los tiempos que corren”, según resume Izarra. 

“Nos han ido quitando cada vez más campos, pero lo que no nos quitan son los gastos fijos”

Josu Izarra - Fotógrafo profesional

No es fácil, pues “hay que facturar muchísimo para tener un sueldo digno” y, además, no dejan de aparecer nuevos inconvenientes. “Nos han ido quitando cada vez más campos, pero lo que no nos quitan son los gastos fijos. El 50% de lo que ingresamos se nos va en facturas”, se queja Izarra. 

Uno de los últimos ejemplos es la llegada del llamado DNI 4.0, que va a derivar en la instalación de cabinas fotográficas en las comisarías para que los propios agentes de policía tomen in situ las imágenes que aparecerán en el documento.

Impresión digital

La proliferación de empresas de impresión digital en Internet, uno de los clavos ardiendo a los que se ha agarrado el sector tras la progresiva desaparición de la foto analógica, y una sobreoferta de fotógrafos al calor de aplicaciones como Instagram, no siempre dados de alta como autónomos, han puesto también contra las cuerdas al negocio. 

“Todo resta en lugar de sumar”, abunda Izarra, que al igual que muchos colegas de profesión siguen adelante trabajando en muy diferentes ámbitos –inmortalizando bodas, con la fotografía publicitaria o dando talleres y charlas– y por un amor incondicional al oficio. 

“A veces pienso que cerrar e irme a una fábrica sería lo mejor, pero lucharé hasta el final por lo que me gusta”, promete Izarra, que en los últimos tiempos ha encontrado en la inteligencia artificial un fértil ámbito de trabajo adicional. Ahí está el reciente premio nacional Fepfi que ha sumado a sus numerosos galardones fotográficos. 

“El futuro está en la especialización. En hacer algo que te destaque sobre los demás. Algo que si no hago yo, no lo hace nadie”.

Toma la palabra Piko Zulueta, profesor de fotografía en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria, quien también sitúa el declive del negocio fotográfico en la “democratización” de este arte por la irrupción de las máquinas digitales –primero– y los móviles con cámara –después–. 

Pero hay más. “Otra cosa capital es que aquí no existe, en general, una cultura de la fotografía como sí la hay en Francia, por ejemplo. La clave es que no hay una cultura visual. Y no estamos dispuestos a pagar por una buena foto”, lamenta el docente.

“La clave es que aquí no hay una cultura visual. Y no estamos dispuestos a pagar por una buena foto”

Piko Zulueta - Profesor de la Escuela de Artes y Oficios

Formado, al igual que Izarra, en Catalunya, Zulueta es un amante de ese trabajo artesano que, con los años, ha dejado de realizarse en los estudios de la ciudad por los que él también pasó, siendo todavía un fotógrafo incipiente.

Son ya muy pocas las personas que disparan cámaras analógicas en Vitoria y después se lanzan a ese mágico ritual del revelado en el laboratorio. Las tiendas de toda la vida han dejado de trabajar la fotografía química en sus instalaciones y, ahora, envían los negativos a grandes laboratorios fuera de la ciudad. 

"Pendientes de las redes"

El problema es que, por mucho que los fotógrafos profesionales sigan facturando verdaderas obras de arte con sus cámaras digitales, “a la gente tampoco le interesa que le saquen fotos”, sino que “está más pendiente de las redes y de compartir las imágenes que uno mismo se ha sacado con el móvil”.    

De ahí que, según remarca Zulueta, “necesites un volumen de trabajo muy importante” para sacar adelante un estudio focalizado en el retrato. “Si yo abriese ahora un negocio, me decantaría por un nicho muy especializado”, insiste Zulueta.

Piko Zulueta, profesor de la Escuela de Artes y Oficios de Gasteiz, en el laboratorio del centro. Alex Larretxi

Aunque parezca mentira, en medio del reciente rosario de cierres y problemas económicos para las empresas de fotografía, también ha habido alguien que ha dado el paso de poner en marcha, de nuevo, un estudio a pie de calle en la ciudad. De nuevo, porque no es la primera vez.

Se trata de Jon Usual, un experto en el retrato y la fotografía editorial que el pasado mes de abril puso en marcha su última aventura en la calle Badaia, Usual Fotográfica. Lo hizo tras unos años recientes dedicado también a la fotografía institucional.

“Me empuja a ello que llevo 23 años, más o menos, en esto de hacer fotos, y con la edad que tengo –56– no tengo opciones de entrar en Mercedes. He vuelto a lo que realmente sé hacer, enfocado en el retrato. Pero me he vuelto a dar de bruces con la realidad de esta ciudad”, apunta el profesional, sin poner paños calientes.

“Los estudios van a sobrevivir poniéndole ‘muchas patas’ a la mesa: un poco de formación, alquilándose...”

Jon Usual - Fotógrafo profesional

Jon coincide en muchos de los argumentos compartidos por sus colegas. El más importante, que “en Vitoria no está valorado gastarse 50 o 100 euros por unas fotos”. “Y siempre ha sido así”, según apostilla el profesional, quien se autodefine como un “romántico” del oficio.

Solo así se explica, en buena medida, que haya dado el paso de abrir un nuevo negocio un lustro después de cerrar su estudio anterior. “Sigo pensando que siempre va a haber algo y estoy también en buscar un poco el mercado. Por ahora, me lo estoy tomando casi como un espacio de disfrute”, apunta.

A su juicio, los estudios de fotografía “van a sobrevivir poniéndole muchas patas a la mesa: un poco de formación, alquilándose por horas...”. Lo que, al margen de sus fotos de estudio y en exterior, él mismo ya valora o ha empezado a hacer.

Jon Usual, en su nuevo estudio de la calle Badaia. Josu Chavarri Erralde