La gerente de la Asociación alavesa de familiares y personas con enfermedad mental analiza la realidad de un problema del que no siempre se habla “de la forma más adecuada” pese a que haya dejado por fin de ser tabú, lo cual ya supone un avance importante. Alrededor de 770 personas se han inscrito hasta ahora para participar en el encuentro de pasado mañana, 470 de ellas presencialmente, cifras inéditas que hablan bien de su éxito y proyección.

Este es el quinto seminario que organizan desde Asafes. ¿Se puede decir ya que el tabú en torno al suicido ha quedado atrás?

–Desde luego se habla mucho más, pero no siempre de la forma más adecuada. Lo que llega a nivel social es a través de los medios de comunicación y ahí sí que hay mucho que cambiar. Se nos dice que no hay que descubrir el método, que no hay que dar las notas de despedida ni entrar en detalles escabrosos.... pero ya estamos viendo en casos recientes con menores implicados que se dan muchos detalles que sobran.

¿Y cómo se debería actuar?

–Lo que hay que hacer es aprovechar este tipo de situaciones para decir dónde se puede pedir ayuda. Hay que hablar, sí, pero informando a la población para detectar el riesgo. Sin entrar en estos detalles, porque si alguien está teniendo una ideación se puede dar un efecto contagio. Si alguien lo está pensando, no es lo mismo decirle cómo hacerlo que indicarle que puede ir a un sitio o llamar a un teléfono. Entonces sí que estamos ayudando.

Porque el suicidio se puede evitar.

–Claro. En la mayoría de las ocasiones es una muerte prevenible. Se habla del efecto túnel, que afecta a esa persona que está sufriendo tanto que la única salida que encuentra es morir. Pero que si ve esa pequeña luz y alguien le echa una mano en un momento dado seguramente cambie de opinión, porque nadie quiere morir en la mayoría de los casos.

“Vemos que la gente está más afectada, pero ya no le da apuro o no se plantea no ir a un psicólogo si se encuentra mal”

Las circunstancias no han acompañado en los tiempos recientes. Pandemia, incertidumbre... ¿cómo está afectando esto a nivel local a la salud mental de la población?

–Sí vemos que la gente está más afectada. Pero por darle un poco la vuelta, también vemos que pedir ayuda cuesta menos. A la gente ya no le da apuro o no se plantea no ir a un psicólogo si se encuentra mal. Si puede hacerlo por la vía pública lo hará, aunque todo es más complicado y los tiempos son los que son, y si tiene recursos irá a un psicólogo privado. En este aspecto hemos mejorado, a pesar de que las situaciones que hemos vivido han afectado mucho. Y en las personas más jóvenes sí veo que hay una dificultad para gestionar ese malestar. Si no tienen la capacidad de pedir ayuda o ir a un psicólogo hay muchos casos de jóvenes que se autolesionan o expresan mucho malestar y no saben muy bien qué hacer. No está aumentando tanto el número de suicidios, pero esa ideación suicida, ese expresar que no se quiere vivir, cuando menos es llamativo entre los jóvenes.

¿Es más difícil darse cuenta de que una persona joven lo puede estar pasando mal?

–Sí, porque son edades complicadas. Si tienes 15 años y estás más irritable y menos comunicativo, la familia puede pensar que es algo normal.

Hablaba de que es más complicado pedir ayuda a través de lo público. ¿Siguen faltando recursos?

–Claro. Como asociación estamos animando a la gente a que vaya a pedir ayuda, pero luego no es tan fácil porque a nivel público estamos como estamos. Y si no tienes recursos, igual no puedes ir al psicólogo privado cada 15 días y pagar mínimo 60 euros. Por un lado se ha perdido ese miedo a pedir ayuda, pero tenemos que dar respuesta a esto. Porque si no estaremos igual.

“En el fenómeno del suicidio se dan picos y ahora estamos en uno de ellos. La situación que hemos vivido tiene mucho que ver”

En Euskadi se produce un suicidio de media cada dos días. Unas cifras alarmantes.

–Los últimos datos, que son los de 2021, reflejan en el País Vasco un aumento bastante importante de los suicidios respecto al año anterior, creo que de un 20%. La franja de edad que más los consuma está entre los 40 y los 50 años, más o menos, pero las mayores tasas están en la tercera edad. Hay menos gente, pero proporcionalmente son los que más se suicidan. Es una población muy de riesgo, pero de la que no se habla.

Ese aumento es muy preocupante.

–Sí que es cierto que en el fenómeno del suicidio se suele hablar de un efecto sierra. No hay una línea continua hacia arriba o hacia abajo, sino que se dan picos. Y ahora estamos en uno de ellos. Obviamente, la situación que hemos vivido tiene mucho que ver.

¿Por qué han querido centrar este seminario en la intervención?

–Porque, seguramente, a los y las profesionales que atendemos a personas es lo que más miedo nos da. La información la manejamos, pero todavía no tenemos las herramientas o la seguridad para intervenir cuando tenemos un caso. Lo hemos visto en Asafes y mucha gente ha acudido también a la asociación desde otros recursos porque no sabía qué hacer. Queremos ofrecer un espacio para hablar sobre cómo intervenir en estos casos y, también, que estemos profesionales de diferentes ámbitos. Como en la mayoría de las intervenciones, pero en esta en concreto, que haya un trabajo en red y coordinado es súper importante.

¿Es una asignatura pendiente?

–Sí, y es imprescindible. Poder crear un espacio en el que haya un bombero, un profesor, un sanitario o un trabajador social, donde poder hablar para intervenir desde distintos ámbitos, es clave. Cuando se da un caso, todos estamos remando hacia el mismo lado y queremos lo mismo, que es ayudar a la persona. Y si se trabaja coordinadamente y con confianza es mucho más fácil.