en un paraje espectacular, asomándose al río Ebro y muy cerca de lo que fue el balneario de Sobrón y del derruido puente de La Blanca, se encuentra un museo que, en realidad, es un centro de interpretación del agua. No en vano, precisamente es ésta la principal riqueza que tiene esta zona de la comarca de Añana, lo que circula por su subsuelo.

El Museo del Agua de Sobrón es una infraestructura pionera en Euskadi al abordar una temática, la del agua, inexistente en ningún otro centro de estas características, y por ello ha logrado convertirse en un atractivo cultural y turístico de referencia, además de erigirse como un recurso fundamental para la educación medioambiental, tanto de escolares como de adultos. Y es que el museo emplea nuevas tecnologías adaptadas a las necesidades de la museología contemporánea, con el fin de acercar el conocimiento de un elemento clave para la vida como el agua a la sociedad y, en especial, al público más joven, que en un futuro será decisivo para su uso sostenible.

La exposición logra un equilibrio entre los recursos convencionales -escenografía, maquetas, dioramas, ambientaciones o paneles- y las nuevas tecnologías -audiovisuales, interactivos, instalaciones o proyecciones virtuales-. A este diseño se suman los talleres y actividades didácticas y lúdicas, que buscan acercar a la ciudadanía los valores del ecosistema acuático y mostrar los daños que producen los vertidos y las captaciones abusivas, entre otras temáticas.

Junto a todo esto, el museo permite igualmente poner en valor los distintos lugares de interés ambiental, ecológico, paisajístico y geológico de la comarca de Añana, como un enorme paquete turístico, complementando su oferta educativa y de ocio, y contribuyendo a la estrategia de desarrollo rural de esta comarca alavesa y su equilibrio territorial.

Plena naturaleza Situado en el noroeste del territorio, abrigado por las impresionantes rocas que se alzan a sus espaldas y con una señalización que se debería mejorar, el Museo del Agua da la bienvenida a los visitantes con unos gigantescos cedros situados en el sombreado aparcamiento y que en días tranquilos lleva a las cabras salvajes de la zona a asomarse sin temores para el deleite de quienes estén por la zona.

Desde ese aparcamiento, mirando hacia el río Ebro, se ve el esqueleto de lo que pretendía ser el nuevo balneario, iniciativa de un grupo de personas de la zona, que finalmente no salió adelante por diversas circunstancias. Con todo, es la personificación de que en esa zona el agua tuvo un peso muy importante, sobre todo a lo largo de los siglos XIX y XX, donde brilló con luz propia un gran balneario que recibió el apelativo del Vichy español por su tamaño y servicios, que se alimentaba de dos manantiales, cuyas aguas, ahora, se pierden en el propio Ebro.

Pero el objetivo de la visita es el museo y la mirada se dirige hacia el paseo que le da acceso, sin ningún problema de accesibilidad, incluso con puertas que se abren automáticamente. Es, por tanto, un museo abierto para todas las personas.

A la entrada, tras pasar sobre un cristal protector desde el que se puede ver un ancho y profundo pozo, los jóvenes encargados de cuidarlo y mostrarlo dan la bienvenida a los visitantes en una zona de información donde se encuentran folletos del museo y de la zona, paneles informativos sobre los recursos turísticos de la comarca y numerosos objetos de merchandising relacionados con el agua o el museo. Y para que no haya dudas del interés que se tiene en que este centro sirva para conocer, entender y proteger los ciclos del agua, la entrada es gratuita, al igual que las visitas guiadas.

áreas temáticas Con el objetivo principal de facilitar la transmisión de conocimientos, el museo está distribuido, en un circuito, por áreas temáticas. Se comienza por el espacio Agua viva, un lugar con una atmósfera envolvente que invita a introducirse en el mundo del agua mediante sorprendentes sensaciones visuales y auditivas relacionadas con los diferentes estados de esta sustancia. Desde allí se accede a La Ciencia del agua. En este espacio se comprende la estrecha relación existente entre el agua y la vida, conociendo su origen, composición, comportamiento o características.

El recorrido llega a continuación a la sala denominada Agua que cura, donde se descubren las funciones terapéuticas atribuidas al agua a lo largo de la historia y su importancia en las diferentes religiones. Por supuesto, con referencias al balneario que existió en Sobrón. El Agua y medioambiente es una sala acorde con una filosofía de respeto al Medio Ambiente, los modelos de desarrollo tolerantes con el planeta y las prácticas orientadas a ahorrar y reducir el consumo de agua, y por ello ocupan un lugar destacado en el museo. Al final de este espacio, el visitante podrá adentrarse en un túnel para sentir el ciclo del agua. Sentirlo de verdad, con difusores colocados en el techo, y con los efectos de una tormenta que producen hasta vibraciones del suelo. Es una travesía espectacular y una experiencia inolvidable.

Por último, tras salir del túnel, se llega a la sala Agua que piensa, donde el público podrá introducirse en una cabeza humana de tamaño gigantesco, en cuyo interior se proyectan imágenes y mensajes relativos a la importancia de este elemento en las funciones biológicas básicas.

Impulso El Museo del Agua de Sobrón apenas funcionó unos meses tras su construcción. Después de siete años de parón, las instituciones acordaron por fin darle un impulso fuerte y tras mejorar las instalaciones le dotaron de un presupuesto de funcionamiento para poder abrir todo el año: en julio y agosto, de martes a domingo de 10.00 a 14.00 horas y el resto del año, los sábados, domingos y festivos de 10.00 a 14.00. A esto se añade la apertura para citas concertadas con colegios, asociaciones y colectivos, con lo que el acceso a este singular espacio está garantizado para todos aquellos que quieran comprender mejor los ciclos y el uso del agua ayudados por las nuevas tecnologías de la información.

En la actualidad, la Cuadrilla de Añana es la responsable de coordinar y gestionar el museo en colaboración con la Diputación Foral de Álava, que aporta el personal de atención al público y educación ambiental. En cuanto a la financiación, las instituciones y entidades firmantes acordaron en 2017 aportar al Museo del Agua una inversión de 322.500 euros durante cuatro años, de los que URA aporta el 62%, el ente foral el 27%, el Ayuntamiento de Lantarón el 8,5% y la Fundación Vital, el 2,5% restante.

Para Eduardo Fernández de Pinedo, presidente de la Cuadrilla de Añana y alcalde de Kuartango, lugar donde también existió un balneario de aguas sulfurosas, “el museo y el espacio en el que se encuentra son fundamentales para entender la protección que le debemos dar al agua”. “Es fundamental para la vida, de la misma forma que lo es para casi todas las actividades, como la agricultura, la industria, la construcción o el ocio. Y todos necesitamos de su conocimiento para su uso racional y sostenible. Ese es el mérito del museo, que muestra todos esos aspectos”, apunta el regidor, quien añade que “además es parte importante” de los recursos turísticos que hay en la comarca, junto a las Salinas de Añana, el Jardín Botánico, Iruña Veleia, o los parques de la naturaleza, entre otros. Todos ellos, recuerda Fernández de Pinedo, “conforman la atracción de visitantes y generan una creciente actividad económica para el mantenimiento de la vida en nuestros pueblos”.