Vitoria. Los caños medievales son un legado. De esas historias que se vivían entre las casas. Cuando la vida se asomaba por la ventana. Estos relatos ya tienen una ilustración que los acompañe. El caño de la plazoleta, ubicado cerca del Bodegón Gorbea, luce desde febrero dos ilustraciones que recrean esas vivencias. El objetivo es que esos dibujos ayuden a los visitantes a hacerse una idea de cuál era la función de estos patios durante su visita al Casco Antiguo de Vitoria.
La asociación ecologista Gaia continúa insuflando vida a estos pasillos históricos, que surgieron en torno al siglo XII con el desarrollo de la colina, después de que un incendio casi acabara con la ciudad y ofreciera la posibilidad de un nuevo urbanismo, con estas cañadas entre las casas. Las zanjas servían como patios para recoger aguas, mayores y menores. Los vecinos hacían sus necesidades en un cubo y luego los arrojaban a estos pasillos. Quizá por eso cuesta no mirar hacia arriba cuando se escuchan gritos como ¡Agua va!. Allí se quedaban los restos hasta que la lluvia las barría hacia el foso cercana a la muralla. Además, los caños también albergaban los pozos comunitarios -los palacetes, por ejemplo, tenían su propio pozo interior, caso de El Portalón-, de donde se obtenía el agua únicamente para limpiar las casas, porque estaba contaminada por las filtraciones. La de consumo se obtenía de los manantiales.
Después, a finales del XIX, una epidemia de cólera obligó a embocinar los caños. Se cerraron, y luego sólo se limpiaron una vez al año. Un pasado higiénico que derivó en un presente no muy decente, con problemas urbanísticos y de limpieza. La construcción de baños o el crecimiento de las casas ocupó parte de estas zonas, y el Ayuntamiento no se hacía cargo de su cuidado.
Ahora, después de siete años de trabajo de Gaia, casi parecen calles. La entidad se ha encargado de rehabilitar los suelos, mejorar las fachadas y traer nuevos vecinos, en forma de plantas. El acuerdo entre la asociación y la desaparecida Agencia del Casco -la Arich- permitió poner nombre a estos caños, organizar visitas y, en definitiva, crear un nuevo laberinto en el que podían perderse los curiosos. Está previsto que las visitas vuelvan a hacerse tanto en primavera como en otoño. Los caños abrirán sus puertas en principio el primer sábado de mayo, entre las 10.00 y las 14.00 horas, tanto en sábados como en domingos. No hace falta reservar plaza. Eso sí, se controla tanto el volumen de asistentes -a lo sumo se permite entrar a grupos de veinte personas- y los meses en que se ofrecen estos recorridos, para compatibilizar el resultado de esta inversión pública con la intimidad de los vecinos de esta zona. Desde Gaia, no obstante, se muestran abiertos a ampliar la época de visitas.
Y, ahora, también se podrá contemplar parte de la vida que transcurría entre los edificios gracias a estos nuevos dibujos. La idea surgió de Cibeles, representante de Gaia y alma mater de la recuperación de los caños. Éste vio una ilustración que el joven Iker Beistegui había hecho para una amiga y pensó en mejorar la decoración de los patios. Pero con una función pedagógica. "Los caños aún son unos grandes desconocidos, y quizá de esta forma la gente se hará una idea de cómo era la vida entonces", cuenta. La meta es extender estos dibujos, una medida que dependerá del presupuesto con que cuente esta iniciativa, una de las más llamativas realizadas en los últimos años en el Casco Antiguo. Habrá que esperar la respuesta del gabinete Maroto pero, de momento, la vida se pinta en los caños medievales.