Noruega recordó ayer a las 77 víctimas de la matanza cometida el 22 de julio de 2011 por el ultraderechista Anders Behring Breivik, con silencios solemnes y la apertura de una exhibición que incluye objetos originales del que fue el peor ataque sufrido por el país escandinavo en tiempos de paz.
El cuarto aniversario del día en que Breivik hizo estallar una furgoneta en el barrio gubernamental de Oslo y luego extendió su masacre a la idílica isla de Utøya se abrió con un minuto de silencio y un mensaje de la primera ministra del país, Erna Solberg. Noruega vivió entonces “uno de los momentos más difíciles de su historia”, afirmó la política conservadora en un acto al que también asistía su antecesor en el cargo, el socialdemócrata Jens Stoltenberg, ahora secretario general de la OTAN.
Las filas de Stoltenberg sufrieron de forma especial los ataques del fanatismo islamófobo de Breivik, por entonces de 32 años, quien tras colocar su bomba en Oslo se dirigió a la isla donde las juventudes socialdemócratas celebraban su campamento de todos los veranos y asesinó a 69 asistentes, en su mayoría adolescentes. Fue un ataque a toda Noruega y a su modelo de sociedad abierta, una acción “cobarde y miserable”, afirmó Solberg, quien consideró que la respuesta debe ser la defensa de sus “valores más importantes”, como la democracia, y el rechazo “al odio, la violencia y el terrorismo”, según recoge la página web del Gobierno noruego.
cinco años de exposición En este propósito se inscribe el llamado Centro 22 de Julio, la exhibición que durante cinco años permanecerá abierta al público en el barrio gubernamental y que fue inaugurada coincidiendo con el cuarto aniversario, en cuyo interior se muestran objetos relacionados con la matanza. Ahí están desde los restos de la furgoneta que Breivik hizo estallar en Oslo, donde provocó las primeras ocho víctimas, a la placa policial con que irrumpió uniformado en el campamento juvenil para sembrar el terror y abrir fuego indiscriminadamente contra los presentes.
Es un lugar “necesario”, dijo Solberg, para “transmitir a las generaciones futuras lo que ocurrió ese día”, para “reflexionar” y para “extraer conclusiones y aprender las lecciones de lo ocurrido”. “Se lo debemos a las 77 víctimas inocentes, adultos y adolescentes, que perdieron la vida en ese día terrible”, concluyó la jefa del Gobierno, quien comparó la muestra en Oslo con el monumento erigido en Nueva York en memoria de los atentados suicidas del 11 de septiembre de 2001.
Solberg, quien llegó al poder en 2013 al frente de un Gobierno de minoría sustentado en el xenófobo Partido del Progreso, defendió así el Centro 22 de Julio, al tiempo que llamaba a “contrarrestar” el odio y el fanatismo preservando los valores de la democracia. La primera ministra recordó la tragedia de todos esos “abuelos, padres, hermanos, esposos, novios, colegas, amigos o vecinos” que ese día perdieron a los suyos, en muchos casos “lo más preciado de sus vidas”. Pero también advirtió sobre la radicalización que vive la sociedad noruega, recordó los ataques del fundamentalismo islámico en Francia, Dinamarca y, esta misma semana, en Turquía, y alertó contra quienes optan por salir de su país para unirse “como combatientes” al yihadismo.
La apertura de la exhibición estaba envuelta en polémica, ya que algunos familiares de las víctimas consideran que se da excesivo protagonismo a Breivik.
Al acto inaugural siguieron, de acuerdo al formato de los anteriores aniversarios, un oficio religioso en la catedral de Oslo, el mismo templo que en los días siguientes a los atentados quedó envuelto en el mar de flores que fueron dejando espontáneamente los ciudadanos noruegos en medio de la conmoción personal y colectiva. Asimismo se celebró una emotiva ceremonia en memoria de las víctimas de la isla de Utøya, un año más el punto más sensible de la jornada.
Unos días antes del aniversario, el nombre de Breivik había regresado a los titulares de los medios del país al ser autorizado a estudiar Ciencias Políticas a distancia, desde la celda de aislamiento donde cumple su condena de 21 años de cárcel prorrogables de forma indefinida. - Efe