vitoria. No hay recetas para el dolor ni pócimas de urgencia para el sufrimiento. La prescripción es escuchar y acompañar. "Lo más importante que tiene que hacer el psicólogo es normalizar las emociones y los pensamientos que aparecen en ese momento en la persona afectada y hacerle entender que son reacciones individuales y que todas son adecuadas", explica Carlos Ramírez, psicoterapeuta, intentando meterse en la cabeza de los afectados. "Los familiares primero están en shock y eso conlleva que no recogen la información, que no son capaces de comer o dormir. Luego sobreviene una etapa de ira, es frecuente que los familiares denuncien a las instituciones, y finalmente aparece la pena".

Algunos hacen el duelo en unos meses y otros necesitan dos años. "Hay algunos que no pasan por ninguna etapa, personas que racionalizan mucho lo sucedido... Cada uno busca las estrategias necesarias para sostenerse con lo que ha pasado, pero no hay reglas para superar el dolor", matiza. Que sea un pequeño accidente o una catástrofe de grandes dimensiones, es lo de menos. "En todo lo que tiene que ver con el tema emocional, no hay reglas porque todo son experiencias subjetivas. A unos les puede ayudar que sea una catástrofe de grandes dimensiones y otros pueden caer en una depresión mayor por la gravedad de los hechos", subraya.

Los estudios de duelo demuestran que las reacciones son particulares y algunas casi rallan la locura. "Son normales en un estado de shock. Por ejemplo, seguir pensando que la persona fallecida te habla o está esperándote en casa. Es una herramienta del cerebro para sobrellevar el dolor", incide Ramírez.

La cobertura mediática del suceso a la que asisten los afectados también tiene efectos secundarios. "Como regla general, en el duelo, a las personas les sirve mucho conocer los detalles de lo sucedido. Eso facilita al cerebro aceptar el siniestro. Lo que no es recomendable es no informar, que haya oscuros en el suceso porque entonces aparecen las fantasías y la gente empieza a obsesionarse". "El tener información clara de lo sucedido, el poder ver los cuerpos, poder identificarlos, poder despedir a sus familiares, que sean enterrados de una forma digna, todo eso facilita los procesos de duelo".

El vademecum básico es que se expresen como quieran. "En este apoyo a personas que han sufrido una pérdida tan brutal, lo más importante es ser un facilitador. Que cada uno lo desarrolle como quiera y que haya personas capacitadas para acompañarles, pero sobre todo para validar y normalizar las emociones que vengan a partir de esa muerte imprevista. También de las conductas que desarrollan porque puede haber algún familiar que quiera ver un Alvia, comprobar cómo era el tren... es importante que resuelva eso. También es vital que tenga toda la información, puede querer saber cuántos conductores tenía, a qué velocidad iba..." Sin embargo, habrá otros que no quieran saber nada. "Y habrá que acompañarles en el aislamiento porque es otra etapa que tienen que transitar... Igual hasta lo pueden negar y después empiezan a ser conscientes de la pérdida".

Facilitar la logística es otro aspecto básico. "Una preocupación de un afectado puede ser que un hijo que está de viaje en China sepa lo que ha ocurrido o puede necesitar que alguien se preocupe de otros familiares, que les busque alojamiento, que les reserve un hotel. Tareas que por el estado de shock no tienen la capacidad de ejecutar pero que, sin embargo, les angustian", asegura.