Vitoria. En pleno siglo XXI, los estereotipos de desigualdad todavía persisten en los preadolescentes vascos -entre 10 y 16 años-. El cliché de la mujer como sexo débil es el que aún hace decantarse a las féminas por profesiones relacionadas con la enseñanza o con el cuidado a los demás. Una forma de vida completamente diferente a la de los varones de esas edades, quienes prefieren dedicarse a actividades que pongan de manifiesto su fortaleza física. Ésta es una de las conclusiones a las que llega el programa Pareko, hacia una escuela coeducadora llevado a cabo en casi cien colegios de Euskadi, con más de 1.800 alumnos de entre 10 y 16 años.

En estas edades, en las que se asumen valores y actitudes clave para su futuro, ellas se autodefinen como "ordenadas, generosas y buenas", por lo que prefieren elegir profesiones vinculadas con el ámbito del servicio a los demás, como maestras, secretarias, dependientes o modelos. "Los chicos dicen ser fuertes y hábiles por lo que elegirían ser deportistas, fontaneros o médicos", explicó ayer Raquel Raposo, responsable del área de Programas y Formación de Emakunde en un seminario sobre la prevención de la violencia de género, en la sede del Instituto vasco de la Mujer.

Los resultados finales de Pareko no arrojan lugar a dudas. Llegan a la conclusión de que intervenir en Secundaria era "un poco tarde" para erradicar las situaciones de desigualdad. Su diagnóstico reveló que en esos cursos no se establecían relaciones iguales debido a la generalización del modelo masculino. Una preponderancia que se evidenciaba, sobre todo, en el uso del espacio verbal y físico.

"Dos velocidades" Por este motivo, Emakunde decidió implantar el programa Nahiko de prevención escolar contra la violencia de género sólo en las edades más tempranas, es decir, entre, los alumnos de Primaria. "La violencia de género sólo se puede impedir si se divide en dos velocidades: a corto plazo, mediante la atención directa a las víctimas o si se hace desde pequeños para que interioricen los valores de igualdad y de respeto", relató ayer a este periódico María Silvestre, directora de Emakunde, en el día en que se entregó del material didáctico a los centros participantes en el programa.

La importancia de la concienciación entre los más pequeños ha llevado a que este año Nahiko actúe por primera vez en alumnos de primero de Primaria a través de cuentos, canciones y juegos. Este modelo de igualdad se ampliará el curso que viene a los de segundo por lo que, en total, 999 alumnos de 28 centros de la CAV participarán en el mismo. Y tres de estas escuelas serán alavesas -Ángel Ganivet, Ramón Bajo y el CEP Zabalgana-.

En estas escuelas y en las del resto de la CAV se imparte este curso tres unidades temáticas, una por cada trimestre: El cuerpo, Los sentimientos y La autonomía. "En los cuentos se han trabajado con protagonistas que siempre son un chico y una chica, con una visión más crítica, para interiorizar el respeto mejor", agrega Silvestre.

En esta prevención escolar de la violencia de género también intervienen padres y profesores. Con los familiares se harán dos reuniones por curso, una al comienzo del mismo por lo que se les citará en breve y otra al final del mismo. La formación al profesorado se hará en cuatro seminarios cada año.

Resultados positivos La evaluación externa que de Nahiko hizo la UPV-EHU en los alumnos de 3º a 6º Primaria en ediciones anteriores arrojó "una evolución positiva". Las respuestas de los participantes en el programa demostraban mayor conocimiento a la hora de hablar de Derechos Humanos, diversidad o igualdad social, al tiempo que bajaban las puntuaciones sobre agresiones físicas y verbales.

Aún así persisten cuestiones "preocupantes", como así las califica María Antonia Ozcáriz, viceconsejera de Educación del Gobierno Vasco. "Las chicas se empiezan a pelear mucho más en las aulas". Aprenden que ése es el ejemplo a imitar del modelo masculino, aunque éste no sea el positivo. Pese a que quedan hábitos regidos por el androcentrismo, las féminas "se adaptan mejor" a la transformación de los roles sociales. "Hay una disonancia con la velocidad. Es como si ellas van en el AVE y ellos en un tren de cercanías", opina Marina Subirats i Martori, catedrática de Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona.