ibone Olza, licenciada en Medicina y Cirugía por la Universidad de Navarra y especialista en psiquiatría infanto-juvenil y perinatal, enmarca el libro en su trayectoria vital de madre, profesional sanitaria y activista de referencia en el Estado español en defensa de la mujer frente a la misoginia médica y por los derechos de los bebés.
Plantea la investigadora navarra en Palabra de madre sus contradicciones, incertidumbres y desconcierto sobre cómo los sistemas de salud de la sociedad patriarcal han ignorado y boicoteado la sabiduría de la experiencia maternal. “Me gustaría comprender qué clase de madre he sido. Captar, aunque sea fugazmente, el núcleo de mi maternidad. Y así, de paso, comprender mejor la experiencia material en su sentido más amplio: la de todas las mujeres”, explica.
Reconoce que hace años que empezó a ser consciente de la profunda escisión “de cómo los sistemas de salud han ignorado a las madres” y “cómo han negado también sus experiencias y conocimientos, y de cómo la ausencia de ese conocimiento maternal ha dado lugar a una ciencia sesgada y en muchos casos dañina”, apunta.
Olza considera que todo ese conocimiento basado en la evidencia científica que se ha ejercido desde los sistemas de salud se estrella a diario contra la realidad de una sociedad heredera “de décadas y siglos de desprecio hacia la maternidad; las circunstancias personales de cada madre, a menudo tortuosas y adversas, adquieren otro matiz cuando las analizamos desde lo histórico-social”.
En su sexto libro -antes ha lanzado Hermanos de leche (2011), Maternidad y salud. Ciencia, conciencia y experiencia Maternidad y salud. Ciencia, conciencia y experiencia(2012). Nacer por cesárea (2012), Lactivista (2013). Parir (2017) y Psicología del embarazo (2020)-, la directora del Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal habla de la maternidad desde un punto de vista más personal. “Me surgió escribirlo a raíz de la llegada a la edad adulta de mi hija pequeña, tal vez porque también me ha llegado la hora de pensar en el nido vacío. En mi caso busco explicar mi visión del mundo desde mi perspectiva de madre y mi recorrido personal”, sostiene.
Para ella hay tantas maternidades como madres, y “por eso hay que visibilizar todos los relatos, para poner fin a la idealización edulcorada que, a menudo, ofrecen las televisiones y otros medios de comunicación de la figura materna. Porque ser madre en un mundo patriarcal sigue siendo muy complicado, y para muchas mujeres casi misión imposible; hay muchas violencias que se ceban sobre nosotras”, añade.
Entre esas violencias Olza se fija en la gestación y el parto, “que necesariamente nos colocan en un lugar de vulnerabilidad. El cerebro se transforma precisamente para poder estar muy sensibles y atentas a las necesidades de los bebés. Muchas madres viven a diario una batalla entre lo que les pide el cuerpo -proteger y cuidar al bebé- y lo que dicta la sociedad -distanciarte, separarte, negar sus necesidades. Ese conflicto favorece y potencia el sentimiento de culpa materna”, dice con conocimiento de causa. Y reconoce que aunque el esfuerzo de una madre llegue hasta el agotamiento, siempre gana la sensación de poder haberlo hecho mejor. “Visibilizar hasta qué punto la sociedad patriarcal se ensaña con las madres me parece urgente para ayudarnos a aliviar esa culpa que continúa persiguiéndonos”. “Muchas nos hemos sentido más discriminadas y excluidas como madres de bebés que como mujeres”, concluye.
Por eso, insiste en señalar que el lugar de privilegio y de poder que el patriarcado sigue otorgando a los varones dificulta percibir el sufrimiento de las madres, aunque reconoce que a muchos padres “también se les ha privado de la empatía, se les reprime todavía, desde pequeños, para que no saquen a la luz su ternura, afecto o debilidad. Pero actualmente es esperanzador ver cómo muchos hombres se esfuerzan por ejercer una paternidad cuidadosa y amorosa”, dice sonriente.
Consciente de que los modelos de familia están cambiando cree que es urgente que como sociedad demos prioridad a los cuidados, “empezando por los que precisan las personas más vulnerables, las que están en contextos de exclusión y violencia”. En esta línea señala que es preciso nombrar y explicar el concepto de diada: madre-bebé, “porque ambos son una unidad psicoafectiva durante todo el puerperio, que se prolonga mucho más allá de los míticos cuarenta días. Y es que visibilizando las necesidades de esa diada seremos capaces de comprender que cuanto mejor esté cuidado cada bebé y más sostenidas estén las madres, mejor nos irá como sociedad. Extender esta realidad es urgente”, reclama.
El camino, subraya Olza, pasa por “cuidar a las embarazadas, a los bebés, a las familias, facilitando la gestación y crianza desde la comprensión de que es una inversión por el bien común, que nos atañe a toda la sociedad”, recalca contundente. “Porque es también una inversión en salud, ya que el cuerpo a cuerpo con la madre y la lactancia son aspectos claves en la salud humana”.