Recorrer estos días las calles de nuestras ciudades puede ser una dura prueba para nuestro estado de ánimo. Querer llegara a todo para poder comprar los ingredientes de las comidas y cenas, los regalos, visitas a familiares, salidas con amigos, cumplir con la jornada laboral, las prisas, las colas y las esperas para casi todo... El estrés puede instalarse en nuestro día a día hasta que la vuelta a la rutina la calme.

Quizá por ello sería una buena idea tomarse un momento de respiro y darse un baño de bosque, internarse en un espacio natural al que no lleguen los ecos de los ritmos acelerados de estas fechas.

Estos son siete bosques con una magia especia que incluso pueden hacer que la magia de la Navidad nos procure un encuentro con Olentzero y Mari Domingi, o con sus colegas de profesión navideña L’Angeleru asturiano, el Esteru cántabro, el Apalpador gallego o también las mouras, las angladas o la xanas que pueblan estos entornos umbríos. Más al este, en tierras catalanas puede ser el Caga Tió quien nos salga al paso.

El bosque de Oma (Bizkaia) 

El bosque mágico de Oma comienza a resurgir tras los daños del tiempo y de la naturaleza. Oskar Gonzalez

Uno de los bosque vizcaínos más peculiares y visitados es el de Oma , en Urdaibai (Bizkaia). Este extenso pinar fue escenario de uno delos ejemplos del landart de principios de la década de los 80, cuando el artista Agustín Ibarrola creó una de sus obras más célebres en el municipio vizcaíno de Kortezubi y cerca de las cuevas de Santimamiñe. Pintó un conjunto de troncos generando diferentes figuras geométricas, humanas y de animales. Con el tiempo los arboles siguieron su desarrollo natural dando nuevas perspectivas a esta obra. En la actualidad, este obra-bosque ha sido objeto de una intervención para recuperar sus magia artística, pero además también sus árboles han comenzado a recuperarse de una plaga de hongos que castigó sus hojas.

Bosque de Muniellos (Asturias) 

Bajo el dosel que forman las ramas de hayas, robles y castaños, el paseante se podrá sumergir en su propio mundo. Agustín/Freepik

En pocos lugares se puede encontrar una sensación de aislamiento como durante un paseo brumoso por el bosque de Muniellos, en Asturias. Rodeados de robles, castaños y las hayas no es difícil con los trasgus y las xanas, personajes que nacen de la rica mitología astur. Ubicado en el Parque Natural de las Fuentes del Narcea y del Ibias, entres los montes Muniellos, Viliella y Valdebois, se encuentra el mayor robledal de la península fue declarado Reserva de la Biosfera. Sumergirse en este entorno es volver al paisaje más primigenio.

Acebal de Garagüeta, en Soria

Este bosque de acebos soriano en los Montes Claros es el más grande de la península Ibérica. Freepik

Enclavado en la sierra de los Montes Claros de Soria se encuentra el mayor bosque de acebo y que recibe el nombre de Garagüeta,. Poas cosas más navideñas se pueden encontrar en el plena naturaleza. Para completar el ambiente misterioso, la escasez de luz solar en algunos de sus rincones a dado origen a un entorno propio de saúcos, mostajos y enredaderas que hace preguntarse dónde se esconderán los seres aún sin nombre que observan desde la fronda. Esta reserva natural está atravesada por el sendero PR-SO-69 La ruta de los Castros.

Secuoyas del Monte Cabezón (Cantabria) 

Más de 800 secuoyas rojas acogen a los visitantes en uno de los bosque más especiales que se puede encontrar. Freepik

Estas coníferas gigantes, al igual que los baobab africanos, despiertan la fantasía de cualquiera que pasee entre ellos. Por ello, el Espacio Natural Protegido de las Secuoyas del monte Cabezón, cerca de la localidad de Cabezón de la Sal y a escasos 30 minutos de Santander. Este bosque de origen humano, fue una plantación posterior a la Guerra Civil, ha adquirido entidad propia 80 años después de aparecer sobre la tierra ha adquirido el rango de Monumento Natural y como tal son protegidos los alrededor de 800 ejemplares de secuoyas rojas que prosperan creando un entorno y un ecosistema único en la península donde la magia de estos gigantes de madera recibe a los visitantes.

Hayedos del Valle de Ezcaray, en La Rioja

Las hayas son de los árboles que más respeto imponen a quienes los visitan y contemplan. Aldeas de Ezcaray

El manto que cubre el suelo de los hayedos de Ezcaray han perdido parte del navideño tono rojizo de las hojas que lo formaban, pero este entorno de la sierra de la Demanda riojana, donde se puede encontrar el monte más alto de la provincia, el San Lorenzo. Los bosques de hayas siempre tienen algo mágico, algo en su umbría que a la vez de llenar de paz a los que bajos sus copas camina, también produce cierta desazón en su silencio y su soledad. También, en la profundidad del bosque es fácil olvidarse de que se está en una tierra de viñas.

Bosques de Labati y Aragüés del Puerto , en Huesca

El pirineo oscense esconde en Valles Occidentales un bosque en el que encontrar 'corros de brujas'. losvallestranquilos.com

El valle de Aragüés se encuentra dentro del Parque Natural de los Valles Occidentales, en pleno pirineo oscense. Este magnífico bosque de pinos silvestres y negros, hayas, arces, serbales y avellanos oculta caminos y caminos que se adentran en parajes alejados de cualquier excitación de vida urbanita. Tanto, que es fácil oír hablar de corros de brujas entre las bordas de Labati y los prados de Lizara. En los claros de ciertos bosques resulta posible encontrar misteriosos círculos en la hierba que, como cualquier aficionado medianamente experimentado conoce, son setas agrupadas formando un círculo, como si las hadas, o las brujas, hubieran bailado a la luz de la Luna.

Selva de Irati (Navarra)

La Selva de Irati es uno de esos bosques en ,os que no cuesta imaginar como escenario de un cuento de hadas y ogros. Unai Beroiz

Si hay un bosque, que ya empieza a ser especial porque recibe el nombre de selva, es el navarro de Irati. Cualquiera que se interne por él no tendrá problemas para imaginar que esta fronda de hayas, sea el escenario de cuentos de clásicos con lobos, brujas y ogros como villanos. Tampoco es difícil imaginar, y mucho menos verlos a los leñadores ya que este bosque ha sido fuente de riqueza maderera desde el siglo XV y los habitantes de la cuenca que baña el río Irati han sabido preservar con habilidad. Robles, abetos, abedules, sauces, helechos y musgos completan un mundo vegetal que completan ciervos, corzos, jabalíes y otros habitantes más que aportan a este entorno una gran riqueza medioambiental.