Los controles de seguridad de los aeropuertos sirven para detectar objetos peligrosos o algunos sospechosos, pero también a veces ofrecen sorpresas, cosas que no deberían estar en una maleta. Como los animales. Cada vez más personas conviven con mascotas, pero para viajar con ellas en avión hay unas normas que velan (o deberían velar) por la seguridad y el bienestar del animal y de los pasajeros.
En el aeropuerto JFK de Nueva York los miembros de seguridad pasaron una maleta por el aparato de rayos X antes de que fuera introducida en la bodega del avión y en ella, entre diversos objetos como botellas, copas y calzado visualizaron la figura de un gato a un tamaño que parecía real. Para descartar dudas procedieron a abrir la maleta y comprobaron que efectivamente se trataba de un felino y que estaba vivo. De hecho en el momento de abrir la cremallera ya asomaron los pelos del animal.
Fue una suerte que repararan en él, porque probablemente no había sobrevivido a un vuelo de varias horas con destino a Orlando en la bodega del avión, en la que se suelen alcanzar temperaturas bajo cero. El animal no intentó escapar cuando abrieron la maleta, con lo que pudieron hacerse cargo de él.
Las autoridades aeroportuarias llamaron entonces al dueño del equipaje, que se mostró sorprendido y que afirmó que el gato no era suyo, sino de otra persona que convivía con él, y que se habría metido en la maleta sin que él se diera cuenta mientras la preparaba. Una explicación poco convincente y que le hizo perder el vuelo y tener que retrasar su viaje hasta el día siguiente, pero sin gato.