Gorka Urtaran enfila los últimos siete meses de su segunda legislatura como alcalde de Gasteiz antes de llegar a la cita con las urnas, el próximo 28 de mayo de 2023, con la confirmación hecha pública ayer a la tarde de que no será el cabeza de lista del PNV. Será el punto final a un recorrido, iniciado de manera sorpresiva en junio de 2015, y que va a finalizar también con un inesperado desenlace al no optar a un tercer mandato como alcalde de la capital alavesa.

Tras acceder al cargo una tumultuosa mañana, el sábado 13 de junio de 2015, como la tercera formación más votada en aquellas elecciones, el jeltzale se convertirá, ocho años después, en el primer alcalde de la era democrática de la ciudad que no va a tener la oportunidad de defender en las urnas y ante la ciudadanía su gestión, tras la decisión del Araba Buru Batzar (ABB). “Entiendo que llegue el momento de hacerse a un lado”, proclamó Gorka Urtaran, en una entrevista matinal en el programa de la televisión pública vasca, Egun On Euskadi, en unas palabras que resultaban ya esclarecedoras y premonitorias sobre su futuro político.

Gorka Urtaran comenzó su recorrido en la institución municipal en el año 2011 asumiendo el cargo de portavoz de la formación jeltzale. Conocedor de los entresijos de la política local desde su infancia como hijo de María Jesús Aguirre, la más estrecha colaboradora del alcalde José Ángel Cuerda, se decantó por la primera línea de la actividad municipal, dejando temporalmente de lado su puesto de sociólogo en el Departamento de Intervención Social. Tras cuatro años como líder de la oposición en un Consistorio gobernado por el popular Javier Maroto, una sorprendente maniobra política le aupó al Alcaldía, en una mañana no exenta de intriga.

La cabeza de lista de EH Bildu en 2015, Miren Larrion, decidió echarse a un lado, a pesar a ser la formación que ganó aquellas elecciones y ofreció la Alcaldía a Gorka Urtaran para desalojar a Javier Maroto tras una campaña electoral repleta de tintes racistas. Las peripecias en las votaciones de aquella tensa mañana en el salón de Plenos, con retirada a última hora de los votos del PSE-EE y volantazo de Irabazi, le llevaron a coger la makila convencido de existir “otra forma de hacer política”, como repitió en sus primeros cuatro años. “Llegué a la alcaldía en un momento en el que el partido decidió que mi participación en la política local era necesaria, y di el paso en un momento muy duro. Comenzamos a gobernar con tan sólo cinco concejales. Creo que lo más difícil ya lo he pasado”, rememoró ayer.

Reducción de la deuda

El primer año de Gorka Urtaran como alcalde de Gasteiz estuvo marcado por jornadas inagotables de trabajo entre un escueto reducido grupo de cinco concejales. La primera preocupación fue reducir y cortar la sangría económica de un Ayuntamiento heredado con el agujero de 68 millones de euros de las Corporaciones anteriores. Como si de una hormiga se tratara, los números rojos empezaron a recortarse, a pesar de los eternos problemas de ahorro neto que lastran las arcas municipales.

A medida que se lograba esa liquidez comenzó el regidor a ejecutar su programa electoral con unas intervenciones centradas en dos ejes principales como han sido recuperar el espacio público para los peatones y transformar la movilidad. Reformas como la de la nueva plaza Santa Bárbara, la peatonalización de Médico Tornay en Judimendi, la supermanzana de Zabalgana o la transformación del entorno de la Cuesta de San Francisco, son algunos de los trabajos.

En el plano del transporte público, la extensión del tranvía al sur de la ciudad, la casi terminada implantación hacia Salburua y el diseño de su llegada a Zabalgana son las intervenciones más relevantes. Con Gorka Urtaran la ciudad ha asistido, de manera paralela, a la transformación de las calles para integrar al bus eléctrico (BEI) como nuevo actor del tráfico rodado, al tiempo que ha crecido y se ha hecho evidente el descontento y malestar de la población en todo Gasteiz, con especial incidencia en el sur, por las afecciones en el tráfico rodado.