a violación múltiple denunciada por una chica de 17 años en Plentzia debe poner en guardia a la sociedad. Una brutal agresión sexual de este tipo en la que, además, la víctima es menor de edad y el contexto en el que se produce han causado una profunda conmoción en la localidad, así como rabia e indignación y ha merecido la repulsa y condena unánimes. Este ataque, que la Ertzaintza está investigando con el fin de detener a los autores y ponerlos a disposición de la justicia, es de una gravedad extrema. Esta violación, como máxima y repugnante expresión de la agresión sexual y por tanto de la cosificación de la mujer y de absoluto desprecio a su voluntad y a su pleno derecho a la libertad, es por ello también -como el maltrato y los ataques y asesinatos machistas- una cruda manifestación de la desigualdad como un grave problema estructural de nuestra sociedad. Es obligado recordar, a este respecto que en poco más un mes tres mujeres vascas han sufrido sendas violaciones: una joven de Bergara que fue víctima, junto a otra chica, de una agresión sexual en Gijón; una mujer trans en Gasteiz; y, de momento, la menor de Plentzia. Con el agravante de que en los tres casos la violación ha sido grupal, es decir, por parte de dos o más varones, lo que convierte los hechos en aún más despreciables porque incrementa el grado de violencia e intimidación sobre la mujer. No hay justificación posible para este tipo de agresiones, y menos aún el presunto ambiente festivo o la ingesta excesiva de alcohol, que son también características comunes en estos últimos ataques. La firme condena de esta violación por parte de instituciones, organizaciones sociales y el conjunto de la ciudanía es necesario pero no suficiente para atajar este tipo de actos. El peso de la ley debe recaer con todas las consecuencias sobre los autores pero también es crucial la reacción, como sociedad madura y comprometida y más allá de la imagen de unidad en el rechazo, en favor de la igualdad real frente a cualquier actitud de discriminación, sexista o machista. Es necesario garantizar el derecho pleno que tienen las mujeres a disfrutar con total libertad de cualquier espacio público y privado sin que puedan verse intimidadas o amedrentadas y menos aún agredidas bajo excusas como el lugar, el “ambiente”, la hora, el hecho de estar o no solas o la ingesta de alcohol u otras sustancias.