os indultos son ya una realidad. Los dirigentes independentistas saldrán probablemente desde hoy de prisión y recuperarán la libertad más de tres años después, una vez cumplimentados todos los requisitos después de que la medida de gracia fuera aprobada ayer por el Consejo de Ministros. Aunque las valoraciones y reacciones a estos indultos han sido muy diversas, un punto en común destaca en las declaraciones realizadas ayer tanto por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, como del president de la Generalitat, Pere Aragonès: ambos coincidieron en señalar que ya “es la hora de la política”. Es verdad que Sánchez se afanó en explicar las razones “de utilidad pública” de los indultos con el objetivo de restablecer la concordia y la convivencia, de manera excesivamente etérea y sin concretar ni profundizar en esta vía, ni en el método o la agenda, ni en situar la cuestión territorial y el modelo de Estado en el centro de la resolución del conflicto. Demasiado inconsistente como para abrir “una nueva era”, tal y como pronosticó. Aragonès, por su parte, puso en valor los indultos llevándolos a su terreno y supo situar el objetivo y el campo de juego a partir de ahora: la resolución del conflicto mediante el respeto a la voluntad de los catalanes, la amnistía y el referéndum acordado. Así las cosas, quedan aún muchas incógnitas por despejar en este proceso. El hecho de que los indultos parciales concedidos por el Gobierno español no alcancen a todos los encausados del procés ni -obviamente- a los que decidieron el exilio como Carles Puigdemont, y que la medida no anule la inhabilitación para ejercer cargo público incluida en la condena no son asuntos menores. Como tampoco lo son los recursos anunciados -sobre todo el de Vox- y el posible recorrido jurídico de los mismos. Por ello, es urgente ir más allá de las meras apelaciones a la convivencia, la concordia y el diálogo. Eso ya lo hicieron también Mariano Rajoy y Carles Puigdemont mientras se encaminaban hacia el choque de trenes. Es la hora de la política de verdad, la de los hechos con bases sólidas. Llevar el conflicto al lugar del que nunca debió salir, el diálogo leal, democrático y constructivo. Es en la voluntad real de diálogo y acuerdo tanto por parte del Gobierno español como por el Govern catalán y en los términos en que se sitúe esa negociación donde está la vía de solución que han abierto los indultos.