Lo bueno de ir a un parque de atracciones es subirte a todos los cacharros, claro. Es ahí donde está la diversión. La tele que se decía tan interactiva para jugar desde casa en este siglo XXI sigue siendo un escaparate para mirar y no tocar. Ha explotado hasta el infinito lo de arrojar concursantes por agujeros (Decisión fatal, ¡Ahora caigo!), pringarles si fallaban (Plastic, Smonka!) o explotarles bombas en la jeta (¡Boom!) y ya no se les ocurre nada con lo que sorprender.
En todos los casos el espectador disfrutaba de un privilegiado lugar, al otro lado de la pantalla, sin caídas ni salpicaduras, pero era divertido verlo. Agotada la fórmula, Tele 5 ha montado en su nuevo concurso Mental Masters un brazo robótico que gozaríamos en cualquier parque de atracciones, pero al que nos han vetado el acceso. Es solo para famosos, como casi todo el prime time de la televisión, vetado al espectador corriente y moliente como usted y como yo, al que solo nos quieren al otro lado del cristal, quietecitos y sin pulsar el mando a distancia.
La propuesta del nuevo concurso del polifacético y explotado Sobera (sigue con First Dates en Cuatro y Supervivientes en Tele 5), y que aquí, además, se marca un Chicote cada vez que habla a la cámara, consiste en ver cómo distintos famosos se suben al cacharro para responder preguntas que aparecen en distintas pantallas, hasta donde les acerca el brazo robótico, mientras en casa se nos quedan los dientes largos. Además, las preguntas son tan facilonas que las responden a toda velocidad, así que ni tiempo dan en casa para que jueguen los más rezagados, a quienes solo les queda el consuelo de mirar.
Como propuesta televisiva no resulta muy atractiva, cierto, y aún así es uno de los mejores estrenos en esta desconcertante nueva etapa de la cadena, donde cada nuevo programa es un error más grande que el anterior, que consigue que la audiencia de Ana Rosa por las tardes hasta parezca buena.
Igual va siendo hora de abrir en tantos programas con famosos (casi siempre los mismos tipos, por cierto) una especie de “siente un pobre en su mesa” para que, al menos, reciban a uno o dos anónimos que puedan concursar cada semana. Mientras tanto, tocará ver cómo se divierten los demás subidos en un cacharro que tampoco el programa aprovecha para nada más que para llevarles de un lado a otro en lugar de ponerles cabeza abajo en la prueba de buscar la imagen diferente o agitarles en la prueba de memoria para hacerlo más interesante y, sobre todo, divertido. Tal y como está ahora, resulta pelín aburrido desde casa.
Por cierto, para quien se quede con ganas, y ya que Tele 5 no nos deja subir al suyo, en Futuroscope hay una atracción llamada Baila con los robots en la que un brazo robótico te menea, a siete metros de altura, a ritmo de música discotequera. Y para subir, ni siquiera te piden ser famoso.