No es fútbol, es la Liga. Es uno de los lemas promocionales de la Liga de Fútbol Profesional que preside Javier Tebas. Un eslogan bien elegido. A Tebas lo conocimos en Vitoria como fiel abogado de Piterman, uno de esos ladrones que hicieron fortuna en el mundo del balompié dejando al Deportivo Alavés al borde del abismo. Años después, en 2013, alcanzaba la presidencia de la Liga para, paradojas de la vida, sanear las cuentas del fútbol español con unos resultados incontestables. Tebas también llegó con el objetivo de que la Liga siguiera siendo la mejor del mundo y a día de hoy los equipos españoles no pueden competir ni de lejos con los de la Premier inglesa pese a su revolución en la comercialización de los derechos televisivos con el beneplácito de los clubes. Horarios intempestivos con cambios en el último momento y un calendario que no se confirma hasta pocas semanas antes de los partidos dejan al hincha como el último mono de este circo. Y si opta por seguirlo por televisión, el aficionado tiene que pagar el fútbol más caro de Europa para seguir unas retransmisiones que han sufrido cambios drásticos este verano para adecuarse a la censura de la Liga. Nada de preguntas incómodas a pie de campo, cerco a los críticos y apagón en las repeticiones en caso de errores arbitrales. No es fútbol, es la Liga de Tebas.
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