a batalla legal de Pablo Ibar continúa. Parece, efectivamente, la historia interminable. Ibar fue condenado a muerte en 2000 por el Tribunal de Broward County en Florida con pruebas que el Tribunal Supremo de Florida calificó en 2016 de “escasas y débiles”. Por ese motivo, ese alto tribunal anula todo lo ocurrido hasta entonces en los tribunales, y ordena repetir el juicio. Ese juicio tarda más de 2 años en llegar. Y a principios de 2019, básicamente con esas mismas pruebas escasas y débiles, vuelven a hallarle culpable, sólo que esta vez lo condenan a cadena perpetua.
Las pruebas, en el mejor de los casos, resultan meramente circunstanciales. Un video de ínfima calidad donde aparece un rostro que tiene cierto parecido a Ibar (¡sólo faltaba que no lo tuviera!), ausencia de sus huellas digitales en el lugar del triple asesinato por el que se le condena, una camiseta hallada en el jardín en la que en todo el tiempo transcurrido desde 1994 arrojaba resultados negativos en ADN de Ibar y que justo antes del juicio presenta una mancha mínima que expertos independientes en ADN certifican que tiene toda la morfología propia de una contaminación. ¡Ojo! Contaminación que ni siquiera necesita ser dolosa, porque, como se pudo demostrar en este último juicio, la cadena de custodia de todas las pruebas, ésta incluida, fue muy deficiente y esa camiseta pudo haber sido guardada junto con ropa confiscada a Ibar para su examen.
A esto añádase una fiscalía que juega sucio y va a matar -literalmente-, por ejemplo impidiendo que la defensa se entreviste con uno de los testigos clave que aporta la acusación. Súmase una serie de decisiones cuestionables del juez en la selección del jurado, todas ellas siempre favorables a la fiscalía. Incorpórense toda una serie de irregularidades más. Como muestra, dos botones. Primero: juez, fiscalía y defensa llegan a un acuerdo procedimental y la fiscalía no respeta el acuerdo, perjudicando, cómo no, gravemente a la defensa. Y al juez le parece estupendo. Y en el alegato final, la fiscalía se extralimita gravemente calificando a Ibar de asesino, señalándole con el dedo. En el sistema norteamericano es el jurado quien califica, no la fiscalía, ni siquiera el juez. El juez tampoco otorgó ninguna importancia a este hecho.
Y no nos olvidemos que el juez trabajó de fiscal codo con codo con el fiscal que llevó el caso tanto en 1994 como en 2018/9. Y que el juez está casado con otra fiscal que representó al Estado de Florida en el caso de Ibar durante las apelaciones que llevaron a que el Tribunal Supremo de Florida anulara su condena a muerte de Ibar. Resulta curioso que, en los dos años desde que el alto tribunal ordenara la repetición del juicio, hasta que se iniciara el mismo, el caso de Ibar pasaba cual patata caliente de juez en juez. El juez Bailey, de quien hablamos, fue el cuarto juez de Broward County que llevó el caso, y, curiosamente, el único que se presenta a llevarlo en esa fase preparatoria final.
La defensa le recusó inicialmente por esos motivos, recusación que él denegó. El Tribunal de Apelaciones del 4º Distrito Judicial de Florida al que apelamos entonces también nos denegó la recusación. Y este es el tribunal al que nos corresponde acudir ahora.
Cabe señalar que el Juez Bailey recibió una reprimenda pública por parte del Tribunal Supremo de Florida por su conducta en otro caso. Esta reprimenda se produce poco después de concluir el juicio de Ibar. Y coincidiendo con las elecciones presidenciales en EEUU, Broward County eligió sus jueces. En EEUU, los jueces, los fiscales y los jefes de policía son electos, no funcionarios, lo que produce determinados efectos perversos. Bailey perdió las elecciones frente a su contrincante por escaso margen. Hubo incluso recuento, pero perdió.
Por todas estas cuestiones hemos de agradecer especialmente a la mayor parte de la sociedad que sigue pensando que todo esto es inaceptable en un estado de derecho. Es imprescindible que no nos desmovilicemos en torno al caso de Ibar.
Ahora acudimos de nuevo al Tribunal de Apelaciones del 4º Distrito Judicial de Florida solicitando la anulación del juicio y una nueva repetición del mismo. Hay quien me ha preguntado que por qué no lo dejamos estar, que ya no está condenado a muerte. La respuesta es sencilla. Hemos pasado de tener a una persona con fuertes pruebas de su inocencia condenada a muerte a tener a esa misma persona condenada ahora a cadena perpetua. Desde un punto de vista humano, hay quien incluso piense que esto es peor que antes. Pablo incluso lo ha llegado a pensar en alguna ocasión. Por tanto, si me apuráis, ya no es tanto por Ibar, sino por la justicia y por la defensa de unos derechos. Y eso nos afecta a todas y a todos. Recordad que estamos en un mundo en el que el aleteo de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo. * Asociación Pablo Ibar Juicio Justo, portavoz