e salido a dar una vuelta por la selva (mediática), en plan explorador, y he visto que España no se ha roto, pero que, a cambio, se oye mucho el grito aquel que se oía en mi infancia y adolescencia cuando los carlistas armaban gresca callejera: «¡Traición!». Entre traidores anda el juego, como en el tango chino, ya saben, ¿no? «¡Tan... cochino eres tú como yo, que yo como tú, que semos los dos». Traición del Gobierno a no se sabe qué, a lo de la unidad de destino en lo universal seguramente, a la sagrada unidad de la patria, aunque no hay que prestar mucha atención porque en el fondo esas arengas cuarteleras no se entienden bien, como es habitual. Y traición del pepero Casado que con el Código Penal en la mano incurriría en un delito tipificado en el artículo 592, de haber sido otro quien hubiese perpetrado las acciones por él perpetradas, tanto en Marruecos como en Bruselas en perjuicio de España. Código Penal ese que él por lo visto no conoce, como ha demostrado no conocer el Civil, al no saber que la atención a los ascendientes está prevista en el mismo, de la misma manera que no conoce otra historia del país que aspira a gobernar (si le dejan) que la que le han metido por el garganchón como a las ocas de Las Landas y que le empuja a decir idioteces como la del golpe militar de 1936 para recuperar la democracia o cosa parecida. ¿Tendrá Casado siquiera el graduado escolar? Lo dudo... a no ser que le cayera en alguna piñata.
No importa, este es el país de los falsos títulos académicos obtenidos con descaro o por medios fraudulentos, y de las absoluciones penales no porque no haya base para condenar sino porque los hechos dolosos son zafios, toscos, como lo es el palanquetazo con barra de uña, solo que en este caso te cae una buena pena, o te caía, ya no sé. Todo depende de quién es el delincuente para ser declarado como tal o no. Todo vale si tienes el poder de mano y el apoyo de la magistratura, a la que, como bien ha dicho Aitor Esteban, casi sería mejor elegirla en la urnas, en sustitución de los partidos que, está visto, sirven para poco. Toda la política nacional pasa por los tribunales. Asombroso.
Traición, sí, y no se ha roto España, y mucho ruido, mucha charanga, mucho ocio nocturno y diurno... ¿pero de los cientos o miles de ancianos fallecidos hace un año en condiciones de espanto, qué? Nada, pero nada de nada. Se apuntaba a que muchos fallecieron por la decisión criminal de no derivarlos a hospitales o por no prestarles la atención médica y social debida. Ese asunto no se va a investigar, no se va a juzgar, todo lo que se dijo en su momento eran patrañas para calmar a la población, altisonancias de matasietes, esa clase que abunda entre los que gobiernan y los que aspiran a hacerlo: Capitanos Spavento della Valle Inferna, o capitanos Matamoros, cuando decirlo no era políticamente incorrecto, un microrracismo de taberna y patio de cuartel (de antaño). Los ancianos... olvidados.
La sanidad pública se desbarata en perjuicio de un amplísimo sector de la población que no podría acceder a una sanidad privada en condiciones... ¿Y? Y nada, han pisado el acelerador a fondo y no veo yo nada que les pare. Toda la política social que vaya a emprender la derecha es perjudicial para esos sectores sociales que nutren las colas del hambre, los bancos de alimentos y los comedores sociales altruistas que van cerrando porque hacen feo, dañan la imagen que estos enanos mentales quieren imponer: vivimos poco menos que en un parque de atracciones; un parque que quieren imponer a todo el territorio del Estado. Pues va a ser que no.
Otrosí digo: que traición no será, pero decepción sí, y grande. Me refiero a la pervivencia de la ley mordaza, base de todo este sistema policial y represivo que favorece las imposiciones de medidas económicas y sociales que benefician a una clase dominante económicamente poderosa o acomodada, y perjudican a trabajadores precarios y no precarios, migrantes, pequeños y medianos comerciantes, pequeños industriales, agricultores... reducidos todos a no decir esta boca es mía por muy empobrecidos que resulten. Esa ley iba a ser derogada con pompa y circunstancia, así afirmaban los programas electorales de quienes ahora están en La Moncloa. El Gobierno no cumple, pero esto es ya tradición. No pasa nada.