Te levantas y todavía con la legaña puesta e intentando sostener con cierta dignidad el café matutino aterrizas en el inicio de la sesión de control al Gobierno en el Congreso. Vaya por delante que, quizá porque soy una romántica, siempre he tenido cierto gusto por lo del parlamentarismo y tal. Pero después de las cuatro primeras preguntas al Gobierno y sus respectivas respuestas que vi ayer, me pregunto qué carajo hacemos pagando a cuenta del erario público los navajeos y las pancartas de campaña electoral de sus señorías. Pablo Casado vs. Pedro Sánchez -que el martes publicó su libro y supongo que a los cinco minutos ya se habría arrepentido de la anecdotita del colchón y, si no, Casado ya se la volvió a recordar ayer-, Irene Montero vs. Sánchez, Albert Rivera vs. Sánchez y Dolors Montserrat vs. Carmen Calvo. Fue como el clásico debate electoral televisivo que imagino veremos durante la campaña del 28-A solo que con más salero y más ritmo, las cosas como son. Eso sí, abróchense el cinturón porque si esperan algún tipo de campaña constructiva, propositiva, con un nivel saludable de arrimar el ascua a la sardina de cada uno, me parece que lo llevamos crudo. Los discursos chapotean en la demagogia, cuando no directamente en la mentira. Y todavía faltan 66 días para votar...