La verdad es que lo de Madrid fue impresionante. Y no me refiero a la manifestación madre de todos los memes, sino a las labores tan intensas de protocolo que fueron necesarias para cuadrar a tanto figurante en la fotografía de las tres derechas rasgándose las vestiduras ante la inminente quiebra de aquella que fue una, grande y libre. En el estrado repleto de los cruzados llamados a plantar cara a la caterva de sediciosos y al Gobierno infiltrado por confabulados judeo-masónicos, hubo todo un despliegue de ingeniería ceremonial para tratar de otorgar su correspondiente ración de protagonismo a todos los que compartieron espacio con los adalides de la patria. Allí estuvieron todos los que son, o los que creen que son, que son muchos en cualquier caso, tantos que incluso hubo quien peleó con denuedo y casi desesperación para no perder comba en el frontal del bastión reivindicativo nacido ante las felonías y traiciones que, según parece, abundan en el Estado. Supongo que ha llegado el momento de dar un paso al frente, aunque si lo intentan dar todos a la vez, como fue el caso, a lo peor hay quien tiene que hincar el codo en costillar ajeno para mantenerse en pie o, al menos, lo más cerca posible de los nueves líderes de la derecha sin complejos.