Realmente ilusionada por la posibilidad de que en la ya inminente campaña electoral para las generales los partidos en liza en el territorio sustituyan los legendarios caramelos corporativos por pintxos de revuelto de perretxikos y que los coches de las caravanas electorales respectivas nos amenicen el par de semanas con versiones sanprudenciales modo tamborrada de sus respectivas sintonías -otra variante interesante para la primera semana de campaña, al ritmo de los tambores procesionales de Semana Santa-, mucho me temo que estamos a punto de asistir, si no mejora mucho lo que estamos viendo en estos días, a una de esas campañas de fango y destrucción. De momento, el tablero que perfilan los partidos, encuestas y medios en Madrid se resume en que el PSOE puede ganar aprovechando la debilidad de Podemos lo que, al mismo tiempo, puede perjudicar la hipótesis de un parece que imprescindible pacto de investidura para el que tendrá que intentar contar con el PNV y, sí oh sorpresa, con los mismos soberanistas catalanes que le acaban de tumbar las Cuentas. La otra opción parece ser el pacto a la andaluza, en teoría liderado por un PP recortado por C’s -cuya Ejecutiva vetó ayer cualquier pacto con Sánchez- y respaldada por Vox al alza, el tridente al que la mayoría da como favorito.