La coincidencia del comienzo de la temporada de fiestas estivales con dos denuncias por sendas agresiones sexuales en Zarautz y Sopela confirma de nuevo que no se trata de un problema que se visibiliza puntualmente sino que, por el contrario, surge continuamente de la incapacidad de nuestra sociedad para superar la desigualdad de género que origina, en su forma más extrema, la violencia contra las mujeres. La desinhibición, la nocturnidad y el anonimato de las aglomeraciones en las fiestas veraniegas parecen exacerbar esa desigualdad que, sin embargo, está presente durante todo el año con similares graves consecuencias. Las cifras hablan por sí solas: en los tres primeros meses de 2017 se han registrado en la CAPV un total de 121 delitos contra la libertad sexual (93 en 2016) -de los que 17 fueron agresiones sexuales (por 10 el pasado año)-, 25 de ellos cometidos por menores. Y si se tiene en cuenta que durante todo 2016 se registraron más de trescientos delitos contra la libertad sexual y cerca de un centenar de agresiones sexuales, que en el Estado español se producen una media de dos mil denuncias anuales por violación, no cabe limitar el problema a un periodo o a una actividad, aun si en verano y en las fiestas alcanza una notoriedad hasta mayor que el resto del año. En todo caso, cabe considerar que la desigualdad y la violencia contra las mujeres siguen presentes también en fiestas con toda su crudeza a pesar de las campañas institucionales, tanto genéricas como específicas para las fiestas, de la cada vez mayor incidencia de la educación en las políticas de igualdad e incluso de la especialización policial en la prevención y persecución de este tipo de delitos; también a pesar de los numerosos preceptos legales, desde el derecho internacional y las convenciones de Naciones Unidas a los protocolos europeos y legislaciones estatales que se han aprobado y rubricado con el fin de paliar un problema extendido y que ni siquiera las sociedades más desarrolladas y cohesionadas, como la nuestra, han sido capaces de superar. Y no queda sino insistir en todo ello, trasladar la responsabilidad que como sociedad nos compete a cada individuo, combatir la pretensión de que se trata de simples hechos aislados o fruto de la marginalidad, denunciar y visibilizar los efectos de la desigualdad de género no solo, pero también, en épocas y espacios festivos.
- Multimedia
- Servicios
- Participación