era una bobina de tela abandonada en un taller. Un grupo de artistas ataviados con buzos, brochas y pinceles, botes de pintura y mucho trabajo colaborativo, la convirtió en una explosión de color. Ahora “la tela ya no está sola, sino rodeada de la gente de Vitoria-Gasteiz”. Es, más o menos, el cuento del mural que hoy ilustra nuestra página 2 de este primero de diciembre, que bajo el título Érase una vez el voluntariado luce en una pared de la calle Barrancal. El cuento es simple y el mural está medio escondido -aunque ofrece una sugerente perspectiva desde la Plaza de Aldabe- pero habla de una historia de restauración del paisaje callejero, de regeneración urbana y humana del Casco Viejo y del trabajo cooperativo de un puñado de jóvenes, así como también del divertido proceso de su realización. Y es un buen broche para la última entrega del calendario de DNA Ciudad de valores que, a lo largo de doce meses y con el hilo conductor de otros tantos paneles del Itinerario Muralísico de Vitoria, ha hablado de esa otra ciudad leal, pero también apasionada, curtida en la memoria histórica, green, tejedora, festiva, creativa, hortícola, diversa, creativa, igualitaria y solidaria. Doce atributos para la ciudad pintada que nos ha dejado este año.