ya lo he confesado alguna vez, soy de los que se tragan los debates de los políticos. El último que he visto ha sido el llamado de la corrupción, ese que se celebró justo un día después a la dimisión de la inocente corrupta Ana Mato y que iba a servir para que el populacho volviera a confiar en sus representantes. ¿Se han fijado? Esta vez los periódicos no nos hemos entretenido ni un minuto en averiguar quién ganó el cara a cara entre el presidente y el jefe de la oposición, ahora Pedro Sánchez. El motivo es evidente: no ganó ninguno y además nos empieza a dar bastante igual, como a la mayoría de la gente. Tras las vacías apelaciones a la regeneración democrática por parte de unos y otros, se entró enseguida en el recurrente e insoportable “y tú más” con el que nos llevan adormeciendo desde que han perdido la capacidad para conectar con la realidad. Y al final, por supuesto, se acabó imponiendo la mayoría absoluta del PP para aprobar unas medidas que nadie se aplica y en las que nadie cree a estas alturas. Nunca me he creído del todo a los políticos, soy periodista y por tanto escéptico, pero tampoco nunca hasta ahora había alcanzado tales dosis de hastío al escucharles. Ya da igual lo que digan, sobre todo Rajoy. No sabe arreglar nada, ni su partido ni Catalunya ni la creciente pobreza. Se le acabó el tiempo. Vete ya.
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