Andan muchos intentando descifrar lo que dicen las últimas encuestas electorales de aquí y de allá, más que nada porque la presencia de Podemos está sorprendiendo a propios y extraños. Pero en muchos análisis, más o menos profundos, se olvidan de dos cosas fundamentales en el juego político que son más viejas que el ser humano. La primera, que cualquiera que esté tocando poder y pueda influir en la elaboración de esas encuestas sabe que no hay mejor manera de movilizar al voto propio que avisando de que viene el lobo. Es decir, cuidado, no te quedes en casa, no me des un voto de castigo, porque si no me apoyas como siempre vendrán estos y van a destruir toda tu comodidad, tu seguridad y todas esas cosas que te hacen sentirte a gusto al calor de tu vida, que será precaria pero todavía no ha llegado al límite. Vamos, la campaña del doberman de los socialistas pero en versión moderna. La segunda, que en la barra del bar o en el momento de cabreo, a todos se nos calienta la boca, pero luego, a la hora de la verdad, nos ponemos el traje de conservador, es decir, aplicamos aquello de más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Entre eso y las campañas que se están montando contra Podemos y sus propios fallos, todo hace indicar que no, no se podrá.