esto de las cumbres del clima o de la tierra o del medio ambiente no acaba de convencerme. Tengo la sensación de que las reuniones se realizan para volver a ver a viejos amigos, cenar por ahí (mola hacerlo en países diferentes en cada cumbre) y charlar sin llegar a conclusiones que supongan compromisos de obligado cumplimiento. Diríase que algunos de sus participantes sólo van porque hay que ir, pero esto quizás sólo sean imaginaciones mías. Buscando al azar una de las últimas citas de estas características, he encontrado la de Johannesburgo, celebrada en 2002. Según he podido comprobar, allí se alcanzaron acuerdos y se tomaron ciertas determinaciones. Veamos algunos. Sus participantes se comprometieron a reducir a la mitad el número de personas que carecen de agua corriente en sus hogares, unos 2.400 millones, hasta 2015. Eso es el año que viene. Me da que no lo han logrado. También firmaron reducir la pérdida de biodiversidad para 2010. Ya han pasado unos meses. ¿Está mejor la biodiversidad hoy que en 2002? Lo dudo. También adoptaron el compromiso de que para 2020, los productos químicos deberán ser usados y producidos de tal forma que no atenten contra la salud humana ni contra el medio ambiente. Ya andan tarde, ¿no creen? Menos cumbre y más acción.