muchos dirigentes actuales se vanaglorian ahora de haber conocido a Suárez y se arrogan su herencia, por demócratas y por la legitimidad que adquirieron a su vera para gobernarnos. Y, sin embargo, pocas veces como ahora ha estado la gente tan alejada de unos políticos absolutamente profesionalizados, que solo trabajan para ellos, para perpetuar su continuidad, y que hace tiempo se olvidaron de las necesidades y aspiraciones de las personas que los eligieron y a las que, por tanto, deberían servir. La política se ha convertido en un trabajo, una clase de funcionarios con poder. Lo que sea por seguir ahí -de provincias al Congreso y luego al Senado o a la Eurocámara- y cuando ya no hay más remedio que marcharse, ya habrán atado suficientemente su futuro como asesores de alguna eléctrica o con un buen puñado de millones en cuentas ocultas. El otro día vi una foto de Rajoy con los sindicalistas Toxo y Cándido Méndez y los empresarios Juan Rosell y Jesús Terciado. "El presidente pone en marcha el diálogo social", rezaba el titular. Nadie se los ha tomado en serio y no me extraña. Van a lo suyo... que ya no es lo nuestro. A los demás nos toca paro, desahucios, recortes o directamente hondonadas de hostias cuando se nos ocurre salir a la calle a protestar.