Donald Trump, a la sazón, presidente de EEUU, ha demostrado en su reencuentro con la Casa Blanca que no tiene intención de caer postrado ante el ordenamiento político de su país ni ante las reglas vigentes en el marco de las relaciones internacionales. Su hiperbolismo medido y su falta de escrúpulos a la hora de manipular la realidad para hacerla casar con sus intereses, bien económicos, bien políticos, hacen de este promotor inmobiliario un hombre impredecible e incapaz de medir las consecuencias de sus formas de hacer. Una de las últimas poses del millonario pasó por enviar tropas de la Guardia Nacional (hasta 800 soldados) a Washington DC, la capital nacional, y federalizar la policía metropolitana por la presunta alta incidencia de los índices de criminalidad en la ciudad en la que Trump toma sus decisiones, pese a las evidencias que dictaban todo lo contrario. Salvando todas las distancias, que en este caso son infinitas y siderales, el presidente norteamericano está imitando actitudes que no son desconocidas en ámbitos como el español, en el que un personaje ya amortizado social y judicialmente como Jesús Gil y Gil, entonces, alcalde de Marbella, se presentó en Puerto Banús al frente de la Policía Local para limpiar de vagos y maleantes aquella zona turística en un ejercicio de demagogia muy simple, pero que caló hondo en la opinión pública, a la que conquistó durante varias legislaturas, pese a que la localidad se convirtió durante sus mandatos en un ejemplo vivo de corrupción y de comportamientos mafiosos. Pese a la trascendencia de este tipo de actuaciones, que no pasan desapercibidas en los medios de comunicación –de ahí su eficacia, a ojos de quien las promueve–, lo cierto es que no se pueden circunscribir a un solo país ni a una sola persona. Ni siquiera son ajenos a la CAV o Navarra, con discursos conservadores muy concretos que relacionan criminalidad e inmigración, por ejemplo. Sin embargo, Trump parece uno de los alumnos más aventajados a la hora de poner en práctica este tipo de políticas. El fondo de la maniobra en la capital parece seguir los mismos principios y reedita lo ocurrido en Los Ángeles, otra ciudad demócrata, en la que desplegó hasta unidades de los Marines para hacer frente a quienes protestaban por las redadas y expulsiones masivas de personas migrantes, con el apoyo, eso sí, de los medios de comunicación afines, que no dudan en sesgar sus titulares para una mejor comprensión de los hechos.