SI no lo han hecho ya, háganse un favor y busquen la correspondencia que en estos últimos tiempos se han intercambiado el juez José Castro y el fiscal Pedro Horrach. Aquella pareja bien avenida, los Starsky y Hutch patrios contra la corrupción política, dos hombres y un destino. Pero, a ellos también, parece que se les rompió el amor de tanto usarlo. La prueba de la ruptura definitiva la dejó, negro sobre blanco, Horrach en su informe relativo al auto de imputación de la infanta: "Hasta aquí lo manifestado por el Instructor. Ahora pasemos a la realidad". Es solo el último recado que se han dedicado este Dúo Dinámico de la justicia convertidos en Pimpinela. Es la respuesta a Castro, ahora declarado conspiranoico por el fiscal, que vio como en su tándem investigador se cruzó la hija del rey y, ya se sabe, tres son multitud. "Existe una simbiosis argumental, cuya casualidad no se pone en duda, entre las alegaciones de la defensa y del Ministerio Fiscal", decía el juez en su auto de imputación, casi esperando que alguien recuerde lo de excusatio non petita... Perdonen esta frivolité gratuita, pero en mi descargo diré que el binomio justicia-política en este país invita con demasiada frecuencia a la escojonación o a la barricada -he optado por lo primero-. Lo dice hasta el Consejo de Europa -con más diplomacia-. Por suerte, la creadora de la indemnización en diferido, María Dolores de Cospedal, puede haber dado con la clave para resolver este problema. Ha pedido a un juez que priorice "las reglas del pensar" -se supone que el pensar de ella- sobre las "reglas jurídicas". Lo llaman Estado de Derecho.