pues ya está todo aclarado. La infanta Cristina es inocente o, en caso de que no lo sea, no cabe achacarle nada porque todos sus actos -los buenos y los no tan buenos- han sido, son y serán cometidos por el profundo amor que le profesa a su todavía esposo, y todavía yerno del rey, el excelentísimo jugador de balonmano metido a (presunto) chorizo Iñaki Urdangarin. "Cuando una persona está enamorada de otra, confía, ha confiado y seguirá confiando contra viento y marea en esa persona. Amor, matrimonio y desconfianza son absolutamente incompatibles". Precioso, don Jesús María Silva, abogado de la real dama y al parecer también experto en relaciones personales. Como me decía un amigo ayer mismo, a partir de ahora ya sabemos cómo replicar a la policía cuando nos arresten por robar bancos o en el supermercado. "Fue por amor, señor agente, que me han echado del trabajo y tengo que dar de comer a mis hijos, que los quiero mucho". Inocencia pura la de todos, como la de la infanta y también la de François Hollande, que se ha buscado una chavala, la actriz Julie Gayet, con la que mitigar sus largas noches de soledad presidencial. "Es que la crisis es muy fuerte, que esto de lidiar todos los días con la Merkel y renegar de mis ideas izquierdosas es muy duro, mon amour", dicen que le comentó el presidente a Valérie Trierweiler, su compañera oficial y aún primera dama de Francia, cuando vio las fotos en el semanario Closer. Así es el amor, ya ven.
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