los viejos están de enhorabuena. Les van a subir el sueldo. La nueva norma del PP, esa que sigue la filosofía de Montoro -nada baja, todo sube aunque sea moderadamente-, permite a nuestros mayores afrontar con desaforado e irresistible optimismo el año inminente, el de la salida de la crisis y la recuperación supersónica para mayor asombro y envidia de Europa. ¡Qué digo de Europa, del mundo entero! Pues eso, que los abuelos ya pueden aflojar el bolsillo para los dispendios que se les avecinan. Son el nuevo motor de la economía, los destinados a estimular toda la maquinaria de negocio. Las agencias de viajes se frotan las manos, las empresas de alquiler de limusinas con chófer abrirán un concesionario en cada geriátrico, las joyerías no cerrarán más, tampoco las tiendas de chaquetas de punto (de cachemira, por supuesto). Se abrirán nuevas empresas para ellos, desde la fabricación en masa de sillas de ruedas híbridas hasta jets privados con rampas de acceso especiales, bacinetas de oro y vasos de cristal de Bohemia para dejar los dientes postizos a buen recaudo. Ya no irán a buscar a los niños a los colegios, tampoco ayudarán a llenar la nevera a yernos y nueras ni renunciarán al salón para reacoger a ese hijo al que han despedido y al final desahuciado. Porque las pensiones suben, señoras y señores. Está garantizado. Concretamente, entre cincuenta céntimos y tres euros las mínimas -al mes ¿eh?- y hasta seis euros las máximas -al año, oye, que tampoco hay que pasarse-. ¡Hala, a joderse!
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