HACE unos días encontré lleno de pequeños papeles el buzón exterior de casa, el del portal, el que lo aguanta todo. El responsable de aquella lluvia publicitaria es un tipo que se hace llamar Maestro Fode, cuyas habilidades se resumen en uno de los dos subtítulos que siguen a su inquietante nombre: el primero, "gran ilustre vidente", aclara cómo se gana la vida el sin par Fode; el segundo, "no hay problema sin solución", es un todo, un compendio, pura ambición clarividente. No sabría decirles si este tipo de echadores de cartas proliferan en tiempos de crisis; lo que sí afirmo, y lo compruebo todas las semanas, es que sobran los políticos que se creen capaces de ver el futuro. Siempre que me topo con un ministro aventurando alegrías económicas en medio del desastre en que vivimos, cierro los ojos y lo veo en el ambiente que crea con las sandeces que dice: tocado con un pañuelo, aretes dorados en las orejas y un trasgo desnudo junto a la bola de cristal. Este afán zíngaro que contagia a numerosos políticos es tan tristemente divertido como el listado de las habilidades de Fode, el grande, que sigue a ese prometedor "no hay problema sin solución": "Amor, negocio, relación, trabajo, matrimonio, examen, recuperación pareja, salud, impotencia sexual, mal de ojo, limpieza espiritual, protección corporal, suerte". Diríase que hay conceptos repetidos, pero intuyo que Fode, el magno, no da puntada sin hilo y que entre el "amor", la "relación" y la "recuperación pareja" hay abismos conceptuales que ni ustedes ni yo somos capaces de comprender.
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