eRA lógico que, después de que el Vaticano haya mantenido una férrea cerrazón en todo lo referido a la sexualidad y los métodos anticonceptivos en concreto, cualquier resquicio que alumbrara alguna que otra salvedad tuviera un eco mediático mundial. Una simple frase del Papa Benedicto XVI en la que justifica el uso del preservativo "en algunos casos" ha causado una marea de reacciones que van desde la visión de un cambio esencial de postura hasta quienes acusan al Pontífice de no haberse movido un ápice en sus posiciones. Ayer fue el secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, quien se felicitaba por el nuevo rumbo que supone "una concienciación y una comprensión del Papa y del Vaticano sobre el sida", aunque otras voces son más cautas, como el jesuita vasco Jon Sobrino, que en la entrevista que publica hoy DNA habla de "un pasito" sobredimensionado por los medios. Todo indica que la jerarquía católica trata de reconducir el barullo que se ha armado con las declaraciones de Ratzinger incorporando matices de grueso calado para no hacer ver que, a partir de ahora, vaya a haber mayor permisividad. "Se refiere a casos totalmente excepcionales", señalaba más de un cardenal. Hay que tener en cuenta el contexto de la frase pronunciada por Benedicto XVI, ya que no se trata de uno de sus escritos dirigidos a la comunidad creyente ni parte de un discurso, ni tampoco una homilía, sino una frase extraída de una serie de conversaciones que el Papa mantiene con el periodista Peter Seewald y que este ha incluido en su libro de próxima aparición titulado Luz del mundo. Por todo ello, no parece que la Iglesia quiera abrir una ventana a la aceptación del preservativo como medio de contracepción y de prevención de enfermedades de transmisión sexual aunque, quién sabe si sólo con el hecho de haber contemplado su admisión en algunos y muy concretos casos (se habla de "prostitutos" y como "un primer paso hacia una moralización, un primer acto de responsabilidad"), se esté abriendo una espita que será difícil cerrar. Por el momento, lo único que se sabe a ciencia cierta es que la Iglesia católica continúa diciendo no a este método, aun asumiendo que esta decisión envía a la muerte a miles de personas afectadas por el virus del sida en todo el mundo.
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