Una persona amiga a quien encontré llorando el Día de la Memoria a causa de los recuerdos, agitados por los actos celebrados en honor de unas víctimas, me decía: "Andoni: esto es insufrible". Yo también soy víctima; comprendo y comparto a cuantos se encuentran en esta misma situación, pero qué menos que exigir el mismo tratamiento hacia mi dolor, porque jamás hemos sido consideradas como tales. ¿El dolor es diferente según quién lo padezca?

Las palabras que más le habían impactado eran las pronunciadas por Arantza Quiroga, que abogaba por la prioridad de las víctimas de ETA, dado que la banda sigue en acción, en tanto otras "eran historia". ¡Cómo vamos a ser historia quienes llevamos padeciendo por más de setenta años la falta de familiares directos, asesinados por el terror franquista! Es cierto que habrá que partir de alguna fecha determinada para homenajear a los sacrificados por las armas fascistas; claro, no estoy hablando de las guerras carlistas. Pero sí me estoy refiriendo, como es el caso, a quienes viven entre nosotros aquí y ahora. Familiares directos que perdieron padres o madres, hermanos/as, hijos/as, esposos/as, tienen todo el derecho a exigir su condición de víctima. La persona que solicita mi apoyo vio salir a su hermano de 20 años, y nunca más supo de él; poco después murió su padre, llamando angustiosamente a su hijo en el estertor final. A día de hoy siguen sin conocer el lugar de su ejecución ni la fosa en que está enterrado. ¿Hay alguna razón que impida incluirla como víctima?