el ataque a Siria de la madrugada del sábado por parte de EEUU, el Reino Unido y Francia supone una grave escalada de la tensión entre Washington y Moscú, que desde hace años se están midiendo en ese país árabe, donde actúan fuerzas de distintos países.
Desde el comienzo del conflicto en Siria, en marzo de 2011, el presidente, Bachar al Asad, ha contado con Rusia e Irán como aliados.
El 30 de septiembre de 2015, Rusia inició su primera intervención militar sobre el terreno con el comienzo de una campaña de bombardeos en apoyo del ejército sirio.
Esta decisiva intervención supuso un vuelco en el balance de poder en Siria, ya que en aquel momento los principales feudos costeros del Gobierno se veían amenazados por varias facciones islamistas y rebeldes, que también tenían en su poder la capital económica del Estado árabe, Alepo, hoy reducida a cenizas.
Desde entonces, con el respaldo de aviones rusos y de militares de esta nacionalidad sobre el terreno, las fuerzas armadas sirias no han hecho más que avanzar y recuperar con rapidez el terreno perdido.
Junto a las tropas gubernamentales sirias lucha también la Guardia Revolucionaria iraní, enviada por otro de sus aliados, Irán, que al mismo tiempo ha mandado a asesores castrenses que daban consejos a los soldados sirios.
El grupo chií libanés Hizbulá, aliado de Teherán, también participa en la contienda siria en el bando de Al Asad con sus combatientes.
Además, hay milicianos chiíes iraquíes y afganos que combaten junto a las fuerzas sirias, ya que el presidente sirio es de credo alauí (una de las ramas del chiísmo).
Por su parte, EEUU, Francia, el Reino Unido y otros países aliados llevan estos años operando en el Estado árabe bajo el paraguas de la coalición internacional contra el grupo terrorista Estado Islámico (EI).
La coalición comenzó su actividad en Siria el 23 de septiembre de 2014, meses después de que el EI proclamara un “califato” en el territorio sirio y el iraquí a finales de junio de ese mismo año.
Durante este tiempo, la alianza ha ofrecido cobertura aérea a las operaciones terrestres de las Fuerzas de Siria Democrática (FSD), una agrupación armada encabezada por milicias kurdas, que trabaja en el norte del país y que lucha contra los yihadistas.
Además, EEUU ha enviado a miembros de sus fuerzas especiales sobre el terreno que se han batido junto a las FSD frente al EI en sus antiguos feudos.
EEUU también respalda a la principal alianza política opositora del país, la Coalición Nacional Siria (CNFROS), y a su brazo armado, el Ejército Libre Sirio (ELS). Estas dos formaciones tienen sede en Turquía, que también les apoya.
De acuerdo a los datos proporcionados el pasado mes de julio a Efe por un comandante del ELS, Washington ofrece soporte de tres tipos: el de la CIA, el del Pentágono y el de la coalición internacional, aunque el de la CIA se retiró hace meses.
“El de la CIA consiste en entrenamiento a algunas facciones y ese es el que ha sido suspendido. Luego está el del Pentágono, que es militar y es el que recibe el ELS, que todavía continúa; y el de la coalición internacional contra el Dáesh (acrónimo en árabe de Estado Islámico)”, enumeró en su día el general del ELS, Ahmad Rahal.
Turquía también respalda al ELS y otras facciones insurgentes e islamistas, y algunos grupos han llegado a acusarla de apoyar al EI por no controlar en el pasado la frontera con Siria, lo cual permitió que muchos yihadistas internacionales cruzaran al país árabe.
Desde agosto de 2016, hay fuerzas turcas presentes en el norte de Siria que han luchado junto a facciones rebeldes e islámicas contra las FSD, a las que Ankara considera como agentes terroristas.
Tal es la amalgama de grupos armados opositores e islamistas que operan en Siria, aparte del secretismo hermético que mantienen, que es complicado saber a cuáles son sus otros apoyos.
Hay organizaciones que reciben financiación y armas de Estados regionales como Arabia Saudí y Catar.
También se desconoce qué países sostienen a organizaciones extremistas como el EI y la antigua filial siria de Al Qaeda.