Washington -La Convención Demócrata concluyó en la madrugada de este viernes en Filadelfia con el tradicional discurso de su candidata, en este caso Hillary Clinton, para aceptar el nombramiento y alentar a sus tropas para la batalla electoral que entra ahora en su fase más intensa.
Este discurso era esperado con una mezcla de escepticismo, esperanza e inquietud, ante las desventajas oratorias frente a otras figuras que se habían dirigido a la Convención, como el presidente Obama, su mujer Michelle y hasta el marido de la candidata, Bill Clinton. A esto se sumaba el escepticismo de miles de asistentes que habían secundado a su rival Bernie Sanders y que la consideran demasiado conservadora, además de los millones en todo el país que seguían el evento por televisión y que han expresado dudas acerca de su honestidad.
Pero al final lo que predominó fue la esperanza, porque Clinton cumplió con lo que tenía que hacer para poder luchar por la presidencia, al dar una imagen humana y tranquilizar a quienes con frecuencia la habían visto fulminar, pero casi nunca sonreír.
Con ayuda de la emotiva introducción de su hija, que habló de la ternura de que es capaz como abuela y como madre, Hillary se presentó como una persona al alcance de la comprensión popular y, aunque no repitió textualmente su reciente declaración de que está en desventaja por no tener un talento natural para la política, reconoció que la gente apenas la conoce y no sabe qué cosas la motivan.
Habló de los esfuerzos de toda su vida por ayudar a los menos favorecidos y quienes no conocen los millones que el matrimonio Clinton ha amasado en sus años de carrera política podrían haber creído que su corazón altruista tan solo ha vivido para hacer el bien a troche y moche -algo que los republicanos ciertamente tratarán de negar-.
Naturalmente, la campaña republicana aprovechará en los próximos días las palabras de Clinton para que se vuelvan contra ella como un boomerang, pero no está muy claro que conseguirán compensar la buena voluntad y el entusiasmo generados por el discurso de clausura.
Algunas veces, este tipo de acontecimientos no sirven solo para alterar la percepción del candidato, sino que incluso transforman al propio orador, que se siente arropado por la adoración del público y también él -o ella en este caso- sale reforzado para lanzarse al ruedo en los cien días de campaña que aún quedan hasta el próximo 8 de noviembre.
Para Clinton, plagada por una dudas persistentes en cuanto a su capacidad de atraer votos y a su honestidad, este espaldarazo puede ser decisivo para impulsarla a luchar y romper todas las barreras que su propia personalidad ha levantado en su camino.
También tuvo los focos de todo el país centrados en ella cuando criticaba a Trump de una forma a veces irónica, como al decir “mi nombre no está encima de ningún edificio” -una clara alusión a la frase torre Trump que ilumina el edificio de Nueva York donde reside el candidato republicano- porque ella y su familia se “han dedicado a otro tipo de construcciones”, como las instituciones y beneficios que ayudan a los desvalidos, los pobres y los enfermos.
Naturalmente, corresponde ahora a la campaña de Trump mencionar cómo los fondos de la fundación benéfica Clinton ayudan al Tercer Mundo.., después de pagar generosamente a la familia Clinton y a su campaña electoral. Pero con las arcas repletas de los demócratas para financiar su campaña, no les habría de ser muy difícil ahogar con su propio ruido cualquier acusación republicana.
La simple inercia del acontecer político favorece ahora a Clinton: las convenciones tienden a mejorar a corto plazo las encuestas y, antes de poder ver el efecto de la Convención Demócrata, parece que el estímulo recibido por Trump en la Convención Republicana de la semana pasada ha empezado ya a disminuir.
Se esfuma la ventaja de Trump Ayer, la ventaja que el magnate neoyorquino llevaba sobre Clinton se había esfumado y todo hace pensar que, como en ocasiones anteriores, también los demócratas empezarán a recibir sondeos más positivos en los próximos días, en respuesta a la Convención recién concluida.
Pero estos últimos cien días hasta la votación están llenos de imprevisibles y la inestabilidad internacional puede traer cualquier sorpresa. Si algunos republicanos participaron en la Convención Demócrata para refugiarse de las fanfarronadas y excesos de Donald Trump y si incluso un general, como John Allen, responsable desde 2014 de coordinar la lucha contra el llamado Estado Islámico (EI), condenó las posiciones de Trump por irresponsables, cualquier nuevo brote de terrorismo puede beneficiar al candidato republicano.
Clinton apeló a los republicanos a que le den la espalda a su propio candidato y se unan a la campaña de la ex primera dama, quien tendrá que responder a advertencias como la del director del FBI John Comey, quien pocas horas antes había advertido que el EI será una gran amenaza terrorista durante mucho tiempo y que su deseada derrota en Siria e Irak puede enviar a sus seguidores desplazados al resto del mundo, en una versión política de las metástasis de un cáncer terrorista.
Entretanto, ambos candidatos han empezado a recibir informes diarios supersecretos de seguridad nacional, mientras se lanzan de lleno a su tarea diaria de llevar su menaje a todos los rincones del país. Y el país parece realmente ansioso por saber a quien votar: el primero de los tres debates presidenciales, fijado para el 26 de septiembre, tiene prevista una audiencia mayor que la Supercopa de béisbol, el gran deporte nacional norteamericano.