Lo han logrado como si nadie más que ellas se hubieran enterado hasta que el trabajo estuviera terminado, pero la Ruta Pacífica de las Mujeres ha puesto en pie la primera Comisión de la Verdad de la violencia en Colombia. Mil testimonios de otras tantas mujeres que han sufrido todo tipo de violencias provenientes de todos los grupos armados, paramilitares, guerrillas, fuerzas del Estado, grupos de narcos. No está terminado porque aspiran a que ese sea el germen de una Comisión de la Verdad oficial impulsada por el Estado. Ellas han demostrado que se puede hacer. Trabajan en red más de trescientas organizaciones y aportan la visión femenina, y feminista, a un proceso aún inconcluso.

Marina Gallego, coordinadora de la Ruta, explica lo universal de la aportación femenina a los conflictos: "ellos dirigen la guerra, son hombres; mientras que nosotras somos, en primer lugar, protectoras de la familia, luego de la comunidad y queremos que ese sentimiento del sinsentido de la guerra que nosotras alimentamos se extienda a toda la sociedad". Sucede en otros conflictos; ellas han sido avanzadilla con las mujeres de negro en palestina, o las madres de la Plaza de Mayo en Argentina y, salvando las distancias, la experiencia de Ahotsak en Euskadi que aglutinó alrededor del común femenino voces que hasta la fecha no se habían puesto de acuerdo.

"Nacimos en una movilización en Antioquía en 1996 que fue un éxito porque conseguimos hacernos visibles para denunciar la violencia que sufríamos las mujeres por parte de los paramilitares, las FARC, el Ejército, los abusos sexuales, el narco, etc..." y a partir de ahí, añade Gallego, "nos dimos cuenta de que podíamos trabajar en red, defender una salida negociada al conflicto, trabajar por la desmilitarización y por humanizar el conflicto".

La Comisión de la verdad vino después, ya en el 2010, cuando "se llevó a cabo la primera negociación con los grupos paramilitares, porque nos dimos cuenta de que se avanzaba hacia una impunidad, se trataba de escribir la verdad de los perpetradores, de olvidar lo sucedido y no queríamos que esto sucediera". A partir de ese momento, en un trabajo discreto, consiguieron algo que hasta entonces era impensable como que "las mujeres afectadas por la violencia dieran su testimonio y lo hicimos porque dábamos confianza, con una red muy cercana a las afectadas, de forma autogestionada pero rigurosa y sistemática".

En los testimonios que figuran en el primer informe publicado el pasado mes de noviembre encabezan en número los desplazamientos forzosos, pero también abusos sexuales, feminicidios, prohibición del duelo, secuestros o torturas. "Muchas veces -explica Gallego- son hechos acumulados, mujeres que han pasado por muchas de esas circunstancias, que su única manera de que no queden en el olvido es que se vean recogidos".

"No buscamos una verdad justiciera, sino una verdad reparadora -añade la coordinadora de la Ruta- y para ello es necesario que realicemos un relato de una memoria colectiva, tenemos que posicionar esta cuestión en la agenda para no caer en el olvido porque es la única manera de que no se repita el ciclo de la violencia". En las conversaciones de La Habana entre la guerrilla y el Gobierno uno de los puntos contemplados es esa creación de una Comisión de la Verdad: "nosotros hacemos esta pequeña aportación, pero es muy significativa, y creemos que puede ser el germen para que se aborde de esta manera una verdad que aglutine todos los casos".

Los datos. El 82,6 % aseguró ser víctima de tortura, tratos crueles, inhumanos y degradantes. Además, el 76,2 % de ellas fueron desplazadas y el 54,1 % señalaron que uno de sus familiares fue víctima de ejecución extrajudicial.

"A ella le pegaban palo, uno por allá y la cogía el otro por acá y la jalaba; la hurgaban (le introducían los accesorios de las armas por sus partes) y había otra señora que también la cogieron, le pegaban con palo, le metieron un palo por la vulva, había otra muchacha que decían que era novia de él, Mario, que era guerrillero y a ella la torturaron también, también le hicieron lo mismo, le dispararon, la arrastraban, le pegaban palo, y también en la vulva le metieron una lima". El Salado, Bolívar, 2000

"Yo no sé qué decir, si eran guerrilla o eran paras, o eran soldados, ahí uno no sabe nada, porque usted debe saber que los soldados también cometen barbaridades, eso lo hemos sabido siempre. Entonces ahí yo no sé lo único que le sé decir es que fui violada como por diez o quince tipos de esos, delante de mi niño. Y mi niño por eso tiene ese trauma, el que tiene hace 20 años, porque a mí me violentaron delante de él". Tadó, Choco 2002.

"Yo caí el 11 de junio de 1992 en una mina antipersonal, eran poco más o menos las cinco de la tarde, estaba trabajando porque yo era madre cabeza de hogar, estaba con mis hijos alzando madera, yo los había mandado adelante a la casa mientras que yo llegaba, le dejé el camino al macho y yo me salí del camino, ahí fue cuando pisé la mina. Y ahí caí al piso y volé más o menos 12 metros. Cuando fui a pararme, yo ya no pude, me miré y ya mi pierna izquierda no la tenía, y mi pierna derecha fracturada, partida completamente". El Tambo, Cauca, 2004.