Tras la tempestad, siempre viene la calma. También el alivio. Han sido muchos meses de sufrimiento, inseguridad e incertidumbre, pero el Deportivo Alavés ha logrado el objetivo que con tanta ansia perseguía desde que arrancó LaLiga en agosto: la permanencia en Primera División. Y lo ha hecho en la penúltima fecha del campeonato, sacando adelante uno de esos partidos que exigen la mejor versión de los implicados.

Gracias a su victoria en el José Zorrilla, donde el descendido Real Valladolid plantó cara, el Glorioso ha llegado a los 41 puntos en 37 encuentros y solo le falta cerrar el telón contra Osasuna en Mendizorroza. Así se ha ganado el billete para la que será su 20ª campaña en la élite, la octava en los últimos nueve años. Además de colocarse en la 25ª posición del ranking histórico de LaLiga, superando al Elche.

Lo preocupante, dentro de la alegría, es que esta temporada el Alavés ha vuelto a dar sus clásicos bandazos. Esos que, hace tres años, le mandaron a Segunda después de haber tentado a la suerte en los cursos anteriores. La víctima de los mismos, esta vez, ha sido Luis García Plaza. Un técnico que fue capaz de devolver a la afición gasteiztarra la ilusión perdida y del que, sin embargo, el club prescindió a las primeras de cambio.

Tal decisión no gustó a casi nadie dentro del alavesismo, con quien tan bien había conectado el madrileño. Y no solo por deshacerse de una persona querida, sino porque tampoco los resultados defendían tal volantazo. Tras el empate en Mendizorroza contra el Leganés -el último partido de Luis García como babazorro-, el Glorioso tenía un punto más que el 18° clasificado. Es decir, se estaban cumpliendo los objetivos establecidos. Además, Luis García había demostrado en sus dos cursos anteriores que siempre mejoraba el desempeño en la segunda vuelta.

Tenaglia disputa un balón en el partido contra el Valladolid Efe

Necesitaba tiempo para continuar con la adaptación de varios futbolistas, tal y como explicó en varias ocasiones. Sobreponerse a las bajas de hombres tan importantes como Rubén Duarte, Javi López, Andoni Gorosabel, Rafa Marín, Giuliano Simeone o Samu Omorodion requería paciencia. Y no se tuvo.

Esto último, eso sí, no quiere decir que su Alavés no tuviera carencias. Las tenía, y no pocas. La defensa hacía aguas casi cada jornada y el equipo no siempre competía a domicilio. Pero ambas cosas tenían solución. Es imposible saber si el madrileño hubiera salvado al equipo como lo ha acabado haciendo Eduardo Coudet, pero no hay dudas de que la decisión fue precipitada. Y eso que el argentino ha cumplido con lo que se le pidió.

Tampoco hay que olvidar que, durante las 15 jornadas de Luis García al frente, el Glorioso estuvo lastrado por las cuestionables decisiones arbitrales. Todas las jugadas grises cayeron en contra. Y, siendo cómo es el fútbol actualmente, solo con haber sumado dos o tres puntos más le hubiera valido para seguir al frente. El siempre defendió que la balanza se equilibraría durante la temporada, pero se quedó sin ver si tenía o no razón.

Nueva era

En diciembre llegó el Chacho y lo cierto es que también le costó cogerle el pulso al Alavés. Comenzó siendo eliminado de la Copa frente a la Minera, batacazo de categoría, y marchándose al parón navideño con tres empates consecutivos en Liga. El último de ellos, el sumado contra el Valencia en Mestalla, fue un varapalo, pues su equipo ganaba 1-2 hasta el minuto 96, cuando Dani Gómez rescató unas tablas in extremis. De vuelta a la acción, comenzó uno de los grandes dolores de cabeza del técnico argentino: los resultados en casa. Mendizorroza perdió su condición de fortín y, en poco más de un mes, se cosecharon un empate y tres derrotas.

Después de caer en la visita del Espanyol, su continuidad estuvo muy en entredicho, pero logró sobrevivir. La sensación era de que, pese a estar ya metido en descenso, su escuadra había merecido más. Lo que le mantuvo al frente del banquillo babazorro es el desempeño a domicilio. Ese ha sido el mayor éxito del Chacho. Desde que tomó las riendas el argentino, el Alavés se ha mostrado muy competitivo lejos del Paseo de Cervantes, siempre cerca de ganar y con las únicas derrotas ante el Barça y el Athletic. Con especial atención a los asaltos del Benito Villamarín y Montilivi.

También estuvo cerca de ganar en el Gran Canaria. En esos encuentros se mantuvo viva la esperanza y, recuperando cierta eficacia en Mendizorroza, se ha fraguado la permanencia. Derrotar al Villarreal y el Valencia han sido dos golpes sobre la mesa, pues ambos llegaron a Vitoria-Gasteiz siendo de los clubes en mejor estado de forma de LaLiga. Para ello, ha sido fundamental la mejora acontecida en la parcela defensiva.

Solo hay que revisar los resultados del último mes y medio. Desde la inesperada y dolorosa derrota contra el Rayo Vallecano, el Alavés solo ha encajado tres goles en ocho partidos. Se ha instaurado el archiconocido unocerismo que, en el pasado, tantos éxitos dio al conjunto gasteiztarra. Y en eso, por supuesto, mucho ha tenido que ver el paso adelante de varios futbolistas. El Chacho ha logrado dar confianza a jugadores que no habían rendido o habían pasado desapercibidos en la primera vuelta. Los casos más evidentes son los de Santi Mouriño y Manu Sánchez, indiscutibles desde hace tiempo.

Meter en dinámica a Facundo Garcés también ha tenido mérito y, mirando hacia adelante, ver a Joan Jordán ser útil, aprovechar a Carles Aleña o recuperar a Carlos Vicente no ha sido menos importante. Tampoco el hecho de mantener el nivel de estandartes como Antonio Sivera, Nahuel Tenaglia, Antonio Blanco o Kike García. Al entrenador argentino, en la línea de lo anterior, le ha faltado sacar mayor provecho de Hugo Novoa, Carlos Protesoni, Pau Cabanes,Tomás Conechny, Carlos Martín, Toni Martínez y Asier Villalibre. La mayoría han tenido minutos, residuales sobre todo, pero su desempeño no ha sido el deseado. Más a sabiendas de que alguno de ellos estaba llamado a ser una figura diferencial de esta temporada. Las lesiones han influido.

A mejorar

Aunque lo ha intentado, también se ha echado de menos mayor conexión con la afición. No era fácil, eso sí. Cualquiera que reemplazase a Luis García, tan querido por las gradas de Mendizorroza, hubiera empezado en desventaja en ese sentido. Esa es una de las razones por las que, aun habiendo conseguido la permanencia, hay muchas dudas de si el Chacho seguirá al frente. Para bien o para mal, pronto debería conocerse su futuro.

Y en el aire, cabe mencionar, está igualmente la renovación de Kike García, uno de los grandes protagonistas de este curso con 15 goles. Su contrato termina el próximo 30 de junio, igual que el de Abdel Abqar, cuya marcha parece asumida, y el de Aleksandar Sedlar. Sin olvidar los cinco cedidos y los rumores sobre la vuelta de Mouriño al Atlético. Todo apunta a otro verano de mucho trabajo en las oficinas del Paseo de Cervantes.