Las Zonas de Bajas Emisiones (ZBE) restringen el “acceso, circulación y estacionamiento de vehículos para mejorar la calidad del aire y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero, conforme a la clasificación de los vehículos por su nivel de emisiones”, establece la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de cambio climático y transición energética.
Es decir, que los vehículos más contaminantes no pueden acceder al centro de muchas ciudades que ya las han puesto en marcha, lo que ha complicado los desplazamientos de numerosos conductores, algunos de los cuales se han visto obligados a cambiar de coche para obtener la etiqueta Eco (para coches que emiten menos gases a la atmósfera) que les permita poder seguir accediendo a la ciudad con normalidad.
La aparición de los microhíbridos
Pero no todo el mundo se puede permitir un coche eléctrico o híbrido, o incluso no confía todavía en esas tecnologías y prefiere seguir con los motores de combustión. Para sortear las restricciones y disfrutar de una libre circulación por las ZBE, los fabricantes están produciendo los llamados coches microhíbridos (también conocidos como híbridos ligeros, semihíbridos, Mild Hybrid o MHEV) que, según afirma el Real Automóvil Club de España (RACE) no son más que “un lavado de cara de los coches de combustión para que sean anecdóticamente más ecológicos. Con unas pequeñas modificaciones que no resultan muy costosas ni laboriosas a los fabricantes, se puede conseguir que los coches obtengan la etiqueta Eco, aunque en realidad sólo se consiga reducir el consumo y la emisión de gases en un 10% en el mejor de los casos”.
Diferencias con un coche con motor de combustión
¿Qué diferencia entonces a un microhíbrido de un coche de combustión? La presencia de tres elementos que no están en los que sólo están propulsados por gasolina o diésel:
- Un pequeño motor eléctrico de 48 voltios, el más habitual (aunque también los hay de 24 y 12 voltios), que ejerce como motor de arranque y generador, al mismo tiempo.
- Una batería (de cerca de 1 kWh de capacidad) de un tamaño que está a medio camino entre la de un coche de combustión y la de un híbrido convencional y que alimenta a ese motor secundario.
- Una centralita para gestionar este sistema.
¿Qué aporta ese pequeño motor eléctrico?
Las baterías de un coche de hibridación ligera no pueden aportar la energía suficiente como para que el vehículo se propulse de forma exclusivamente eléctrica. Entonces, ¿para qué sirve ese motor eléctrico? No es que tenga un rendimiento importante, pero sí que ayuda a que el vehículo arranque con soltura y suavidad cuando aún está frío, haciendo que sea menos exigente para la mecánica del coche y limitando el desgaste de todos sus componentes. Además, aporta un extra de potencia al motor de combustión cuando se pisa a fondo el acelerador.
La batería se recarga con la energía que se genera mientras se conduce. Durante las frenadas (frenada regenerativa), interviene el sistema de recuperación de energía para transformarla en electricidad, almacenándola en la batería para aprovecharla para alimentar sistemas eléctricos del coche como las luces, el audio o infoentretenimiento o el start/stop.
Con este sistema eléctrico de apoyo, en los momentos de la conducción más exigentes, como el arranque o las aceleraciones fuertes, se puede llegar a reducir el consumo de combustible hasta en un 7%, con lo que también se disminuyen las emisiones de CO2 a la atmósfera.
Pros y contras de los microhíbridos
Como ventajas destacan la reducción del consumo de combustible y emisión de CO2; no quita espacio a bordo y en el maletero; mejora la respuesta y el dinamismo en la conducción; hay beneficios fiscales (exención del Impuesto de Matriculación) y ayudas para la compra; permite conseguir la etiqueta Eco de la DGT, con los beneficios que conlleva; tiene un precio competitivo comparado con los híbridos; y la experiencia de conducción apenas cambia. Entre los inconvenientes hay que resaltar la dependencia total del motor diésel o gasolina y el difícil reciclaje de sus baterías.