Síguenos en redes sociales:

Mesa de Redacción

César Martín

Charleta

El otro día coincidí en la barra de un conocido establecimiento hostelero del centro de la capital alavesa con el responsable de una conocida empresa de transporte de viajeros y de amplia implantación. No nos conocíamos hasta ese momento y necesitamos de una tercera persona para ser capaces de ponernos cara. Fue un momento muy agradable, ya que el citado mostró en apenas unos minutos un dechado de virtudes humanas difícilmente igualables por su interlocutor (este que escribe y suscribe estas líneas, más hecho a juntar letras que a expresarlas a viva voz). La conversación se desarrolló como lo hace el agua una vez abierto el grifo para dar paso al caudal adecuado. Y, en esas estábamos, cuando caímos en ese lugar común de los localismos, muy socorrido para establecer apriorismos con los que situar a cada uno en su justo lugar, ya que entre los tres presentes en la quedada ninguno compartía orígenes. En apenas unos minutos, todos los prejuicios y todos los aldeanismos propios de cada una de las experiencias vitales en liza se dieron la mano como forma de argamasar la charleta y quitar trascendencia a lo que se decía en aquel entonces, creando un caldo de cultivo en el que la diferencia fue el nexo para unir a semejantes. Toda una experiencia.